La forma en que distribuimos nuestro tiempo manifiesta la brecha de género.
El pasado 28 de agosto, el Inegi publicó los resultados de la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo, levantada en 2024 sobre una muestra representativa del conjunto nacional de personas de 12 y más años. Los resultados muestran que, en promedio, las mujeres dedican casi 40 horas (¡!) a la semana al trabajo doméstico, de cuidados (de los niños, ancianos y enfermos) y voluntario, mientras que los hombres 18.2.
La población dedica un poco más de la mitad de su tiempo de trabajo (51.6%) a actividades no remuneradas y el resto, 48.4%, a trabajo para el mercado, es decir, a cambio de un pago o una ganancia. Las mujeres trabajan más: 61.1 horas a la semana frente a 58 de los hombres. Trabajan más, pero son menos remuneradas y, con frecuencia, ni siquiera reconocidas. Apreciamos como “normal” que las mujeres realicen ciertas actividades de las que los hombres nos consideramos eximidos.
Y, como en todo, o casi todo, las diferencias son más agudas en poblaciones con menos de 10,000 habitantes, en la población indígena y en los estados con mayores índices de pobreza y marginación: Oaxaca, Guerrero y, en este caso, Nayarit. En general, los hombres de 12 y más años invirtieron 9.1 horas más que las mujeres en el trabajo para el mercado, pero en las poblaciones con menos de 10,000 habitantes la diferencia fue de 26.4 horas y entre la población hablante de alguna lengua indígena de 27.3.
Mientras tanto, las mujeres en general dedican 16.7 horas más al trabajo doméstico para el propio hogar, pero las mujeres hablantes de una lengua indígena 23.2 horas más. Al cuidado, las mujeres dedicaron 13.6 horas a la semana, en promedio, mientras que los hombres 8.7. Igualmente, las mujeres dedicaron 9.4 horas semanales al cuidado de los infantes de 0 a 4 años y 5.3 horas más al de personas con alguna enfermedad o discapacidad que los hombres.
Es probable que estos conceptos no nos sorprendan porque los vemos cotidianamente. Pero medirlos es otra cosa. No sorprenden, pero deberían o, al menos, hacernos más conscientes de la disparidad a favor de los varones y reflexionar en que ello no es ley natural.
Sorprende, quizá, que, a pesar de esta distribución, las mujeres adolescentes, de 12 a 19 años, también dediquen más horas al estudio que los varones (1.6 hora más). En el siguiente grupo etario (de 20 a 29 años), la edad promedio para los estudios profesionales, la diferencia se invierte a favor de los hombres: 1.5 horas más.
Por lo que hace a las actividades de convivencia y entretenimiento, hay mayor disfrute en los varones: estas son utilización de medios de comunicación, deportes y ejercicio, juegos y aficiones, asistencia a eventos deportivos y de entretenimiento y asistencia a eventos culturales. La única excepción es el tiempo dedicado a la convivencia familiar y social, el cual es mayor para las mujeres.
Los hombres también dedican (un poco) más de tiempo en rezar, meditar y descansar y en los cuidados de la salud propia que las mujeres.
Es patente que vivimos en una estructura social que favorece en forma categórica a los hombres. A muchas personas, hombres y mujeres y más aquéllos que éstas, se nos hace normal, natural e inevitable. La situación no mejora mucho para las mujeres que trabajan a tiempo completo en actividades remuneradas o con beneficios económicos. Como todos sabemos, ello les representa a ellas, con toda frecuencia, más y más horas de trabajo, pues la mayor parte de las labores necesarias para el funcionamiento del hogar y los cuidados de la familia se siguen recargando en las mujeres. Aquí es en donde se ven absolutamente necesarias políticas laborales dirigidas a apoyar a las mujeres y a hacer equitativas las cargas entre ellas y los hombres. Y también se requiere modificar las conciencias y luchar en contra de la mentalidad que hace aparecer normales e inmodificables las disparidades.
Quizá el hecho, de que un tercio de la población, hombres y mujeres, quisieran dedicar menos tiempo al trabajo para el mercado, que dos tercios (68.2% de hombres frente a 62.4% de mujeres) desearían dedicar más tiempo al cuidado de personas dentro del hogar y más mujeres que hombres (15.2% contra 6.4, respectivamente), quisieran dedicar menos tiempo a las actividades domésticas; nos brinde un poco de esperanza en que las mentalidades pueden cambiar.
Académico en retiro de la UAQ