La madre de todas las anomalías en la elección de los integrantes del poder judicial de la federación y de algunas entidades federativas fue la de los acordeones, Por varias razones, pero, en primer lugar, por su éxito rotundo.

Dado que a ningún integrante de Morena, como tampoco a ningún simpatizante —no hay ninguno que se haya manifestado en ese sentido—, le ha parecido incorrecto e ilegal y hasta la presidenta de la república lo ha justificado, es plausible pensar que este mecanismo se repetirá en el próximo proceso, dentro de tres años. También los otros: urnas embarazadas, casillas zapato, exceso de votantes contra la lista de algunas casillas, boletas prellenadas y planchadas, alimentación del conteo sin referencia a boletas; y lo que resulte. Porque vio Morena que era bueno. No de en balde le airó tanto a la presidenta que el grupo de la OEA que vino a observar el proceso estableciera en su conclusión que la repetición del modelo mexicano de elección de jueces no es recomendable.

Lo que parece que permanecerá es el tremendo cinismo, presente incluso en personas que en el pasado reciente tuvieron un talante crítico —particularmente hacia los procesos electorales, incluida, otra vez, la presidenta, dirigentes, gobernantes, magistrados y consejeros electorales y hasta politólogos— que hoy consideran que las anomalías no existieron o, más bien, que no son para tanto. Todo sea por la transformación. Todo se vale. Dice la Dra. Sheinbaum que “el pueblo de México decidió quiénes forman parte del Poder Judicial”, como si quienes acudieron a votar lo hubieran hecho de forma espontánea. Porque, en realidad, no se trató de algún ejercicio ciudadano, democrático, que permitiera a las personas sentarse solas o en grupos a deliberar quiénes eran los candidatos, cómo llegaron a serlo, qué trayectoria, qué ideología ostentaban, qué pensaban del proceso y de la impartición de justicia.

Para el siguiente proceso, entonces, será clave haberse respondido quién hace el acordeón modelo, cómo se llega a él, quién “palomea” la lista. Se ha de estimar que, de acuerdo con la experiencia 2025, estar en esa lista, la de Morena-gobierno, es garantía de triunfo. Claro, restará que los acordeones se impriman masivamente, se distribuyan y haya movilización de personas para distribuirlos y para llevar a las personas a votar el día de la elección. Y saber quién paga por todo ello, lo que no es de muy difícil deducción.

Es probable, sin embargo, que en 2027 el gobierno no tenga un éxito de igual tamaño. Habrá un desgaste de los jueces, magistrados y ministros por el ejercicio mismo; quizá haya una estrategia electoral de alguna oposición y habrá tremendas pugnas entre los grupos de Morena y de otros grupos de poder, legales o no, por, ahora sí, estar en el libro de los elegidos.

Así permite barruntarlo el fino análisis que hizo Viri Ríos y que publicó en El País el 8 de junio. Ahí se puede observar que, dentro de ciertos límites, más bien estrechos, que consciente o inconscientemente estableció el partido en el poder, hubo movimientos y pugnas regionales que se reflejaron en 7 perfiles de electores que Ríos pudo construir con su algoritmo.

La analista escribe, entre otras, una interesante conclusión:

(…) existe una oposición orgánica al morenismo conformada por personas que se identifican con la izquierda, pero no están de acuerdo con algunas de las decisiones más pragmáticas que Morena ha tomado. Esta oposición nacerá en las grandes ciudades y se volverá importante en futuras contiendas presidenciales. Habrá que darle seguimiento.

Habrá que hacerlo. Al parecer, ese perfil fue especialmente presente en Nuevo León, Querétaro y Coahuila.

De cualquier manera, recordemos que lo que pudo mover la estructura Morena-gobierno en todo el país, fueron, más o menos, 10 millones de electores; suficientes para ganar en la elección en comento. Pero no “todo el pueblo de México”.

Académico en retiro de la UAQ

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