Hay consignas políticas que, si bien cumplen sus objetivos inmediatos (motivar, unificar y movilizar a las personas en torno a una causa) resultan teórica y políticamente equivocadas. Un caso emblemático y trágico fue la que se forjó como protesta por la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa en 2014: “Fue el Estado”. Ciertamente, la frase ha aglutinado al movimiento en su búsqueda de justicia y sirvió para enfocar las baterías en contra del más alto representante del Estado, el presidente de la república, Peña Nieto. Sin embargo, la consigna diluyó la responsabilidad de personas, con nombre y apellido, que posibilitaron que ese crimen se perpetrara. Es cierto que, por lo que se sabe públicamente, la cantidad de organismos públicos y de autoridades de los tres órdenes de gobierno que están relacionados con hechos tan ominosos revelan una trabazón, desgraciadamente no excepcional, y una complicidad con grupos criminales, que pudiera mostrar que es toda la estructura estatal la que falla; peor aún, la que funciona así normalmente. Pero después de más de once años no se sabe qué ocurrió con los estudiantes ni, a ciencia cierta, todos los culpables. Y mucho menos se ha aplicado la justicia que ordenan las leyes. El Estado como tal, no puede sentarse en el banquillo frente a un juez, ni puede ir a la cárcel.

Algo análogo sucede con la consigna de la oposición al gobierno “No al Batán”: motiva, unifica y moviliza. Pero echa por la borda todo el proyecto, como si no estuviera compuesto de aspectos negativos y positivos y no reconoce qué se puede mejorar, qué se puede aprovechar y qué se debe desechar.

Hay personas, conocedoras del tema, que plantean cuestiones que se podrían realizar en aras del aprovechamiento de aguas ya usadas. Si fuera consigna, algo como “no a este Batán, pero sí a este otro”. Pero, en ocasiones, sus análisis y propuestas se opacaron al estar encabezadas por un gran “No al Batán”-

Hace un par de semanas se llevó a cabo un foro en la UAQ, organizado por el SUPAUAQ. Pudimos escuchar a científicos, académicos universitarios —como Teresa García Gasca, Raúl Pineda y Eusebio Ventura— exponer y debatir sobre el tema, con planteamientos que no deberían olvidarse. De entre las cuestiones que anoté y en las que sería útil profundizar, están las siguientes:

-Hay pocos datos confiables acerca del estado de la cuestión hídrica y, si los hay, no son accesibles, no se transparentan.

-Hay discrepancia en la proporción del agua disponible que respectivamene utilizan la agricultura, la industria y los hogares.

-¿Cuánta agua potable usan realmente los grandes “data centers” para enfriar sus equipos y cómo la aprovechan? ¿La reciclan? ¿Por qué se instalan en zonas áridas o con estrés hídrico?

-Resultaría urgente emplear agua tratada (y no directamente la del subsuelo) para usos industriales y agrícolas —aunque se afirmó que los agricultores no estarían conformes con ello.

-No existe una NOM que defina las características que debe tener el agua de reúso, una vez tratada, a fin de hacerla potable.

-Tampoco existen los laboratorios que puedan medir la presencia de los nuevos contaminantes presentes en las aguas residuales de las ciudades.

-El sistema Acueducto II (que, en realidad, sería III) se nutre de aguas que aparentemente provienen de la Presa Zimapán y, por tanto, en gran proporción, del drenaje de la Ciudad de México ¿Se ha hecho sobre esas aguas todo lo que se ha exigido que debiera hacerse con las del Proyecto El Batán?

-Los aspectos financieros generan amplias dudas, tanto por sus montos como por sus formatos.

-¿Qué planes tienen las autoridades para ir remediando el problema de las fugas en las ciudades con redes antiguas?

-El gobierno federal no permite construir nuevas retenciones de agua en la cuenca Lerdo-Santiago ¿Qué hace para desazolvar las presas y bordos que ya existen?

-No hay una ley estatal integral del agua ni una federal que tenga en cuenta los nuevos conocimientos y la situación actual del uso del agua. Debería de haberlas.

Las consignas pueden servir para incendiar, pero no siempre conviene la quemazón.

Académico de la UAQ en retiro

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