El sismo del 19 de septiembre de 1985 no sólo marcó un antes y un después en la historia del país, sino que también fue un parteaguas en la forma en que México abordó la prevención y preparación ante sismos.

Después de esa tragedia, se implementaron nuevas leyes de protección civil, códigos de construcción más estrictos y campañas de concientización que han transformado la cultura de la prevención en la sociedad mexicana.

A 40 años de aquella terrible experiencia, es fundamental recordar la importancia de estar preparados y tener medidas concretas para proteger nuestra vida y bienes frente a futuros eventos de esta índole.

Y en este sentido, una de las medidas clave para proteger nuestro patrimonio sin duda es el seguro. Actualmente, de acuerdo con la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), sólo el 26% de las viviendas está asegurado.

Esto nos demuestra cómo aún vamos en el camino de la preparación. Y es que una cobertura de daños enfocada a blindar inmuebles y pertenencias ante daños por un terremoto, no solo puede ayudar a reconstruir una propiedad afectada, sino también a recuperar costos relacionados con la pérdida de los contenidos.

Y, aunque el precio de un seguro de daños por sismos depende de la ubicación, el valor de la propiedad y el nivel de riesgo sísmico de la zona, según la Condusef, los costos para asegurar una casa de hasta 1.5 millones de pesos en la Ciudad de México, considerada una zona de alto riesgo, podrían partir de alrededor de 3 mil pesos anuales. Un costo que comparado con perder un inmueble se vuelve casi significativo.

Recuerdo que en el sismo del 2017 una amiga cercana perdió su departamento, se derrumbó y no estaba asegurado. Es en estos ejemplos, donde queda claro que una póliza no es un gasto, sino una inversión invaluable.

Además de proteger la estructura del inmueble o las pertenencias dentro de la casa, hay coberturas para los gastos derivados del sismo, como la reubicación temporal durante las reparaciones.

Dentro de esas lecciones de prevención que nos han dejado estos siniestros también quiero hablar de la mochila de emergencia, que consiste en preparar cosas esenciales que nos permitan afrontar una situación de crisis, como un sismo, y movernos de manera segura manteniendo cierta autonomía durante las horas o días posteriores al desastre.

El contenido de una mochila de emergencia puede variar según las necesidades de cada familia y la ubicación, pero en general debe incluir agua potable suficiente para al menos tres días, alimentos no perecederos, una linterna con baterías adicionales, un kit de primeros auxilios, y documentos importantes como identificación, actas de nacimiento, pólizas de seguros y escrituras, además de dinero en efectivo en diferentes denominaciones.

Es recomendable que las familias hagan un inventario de sus bienes, documentando sus propiedades y objetos de valor, y guardar esta información en formatos digitales o en la nube, para facilitar reclamaciones y recuperaciones.

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