En México, mover mercancías se ha vuelto un acto de fe. Aunque parezca exagerado, basta mirar las cifras para entender que transportar productos no es solo un reto logístico, sino un riesgo económico que muchas empresas aún subestiman.
Durante 2023 se reportaron más de 13 mil 900 robos al transporte de carga en el país, de acuerdo con la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS). Esto representa un aumento del 7.8 % frente al año anterior. Si desmenuzamos ese dato, hablamos de 38 asaltos diarios, o uno cada 37 minutos. Se calcula que las afectaciones económicas para las empresas superaron los 14 mil millones de pesos, 27% más que en 2022.
El problema va más allá de los números. Una mercancía robada puede implicar el incumplimiento de contratos, la ruptura de relaciones con clientes clave o incluso una crisis de liquidez.
En muchas empresas, sobre todo en las pequeñas y medianas, un solo evento de este tipo puede representar la diferencia entre avanzar o detenerse en seco. Lo más alarmante es que muchas aún no cuentan con un seguro que las respalde.
Vivimos en un país en el que las carreteras están marcadas por zonas rojas y la delincuencia organizada ha profesionalizado sus operaciones.
No es casualidad que el robo al transporte de carga se concentre en regiones clave como Puebla, Estado de México, Veracruz, Jalisco y Guanajuato, estados por donde circula buena parte del comercio nacional.
Además, hay rutas más vulnerables por factores climáticos o por su densidad de tránsito. Todo esto configura un escenario de alta exposición, al que muchas empresas entran sin protección alguna. Y aquí viene lo importante: un seguro de transporte de mercancías no es un lujo ni una opción secundaria, es una necesidad estratégica.
Su función no es solo pagar una indemnización, sino garantizar la continuidad del negocio, asegurar el cumplimiento de compromisos y ofrecer tranquilidad financiera. Para empresas que trasladan productos con regularidad —ya sea maquinaria, electrónicos, alimentos o textiles— contar con una póliza adecuada puede ser el salvavidas que evite una caída estrepitosa.
Contratar este tipo de cobertura implica conocer bien la operación: qué se transporta, en qué rutas y cuál es el valor real de la mercancía. No es lo mismo asegurar artículos perecederos que productos de alto valor unitario. Tampoco es igual hacerlo por cada envío que contar con una póliza flotante si se tienen operaciones recurrentes. Pero más allá de los detalles técnicos, lo que realmente importa es entender que los riesgos son reales, constantes y costosos.
Una empresa que prevé, se protege. Y una empresa que se protege, transmite confianza, no solo a sus clientes, sino también a sus proveedores, a sus aliados logísticos y a sus inversionistas. En un entorno como el que vivimos, donde el transporte es vital pero frágil, blindar la operación no solo es una decisión financiera inteligente, también es una forma de demostrar que un negocio está preparado para avanzar… incluso cuando el camino es incierto. Porque, aunque la mercancía no se mueve sola, tampoco debería moverse sin protección.
lucyquiroga@finanzasentacones.com.mx