El acceso al crédito a diferencia de cómo era antes, ha llegado a ser tan inmediato como un clic. Eso tiene sus grandes ventajas, pero también muchos desafíos.
Hablando de los jóvenes, en este contexto tienen la ventaja de poder acceder a diversos instrumentos financieros formales, como cuentas de nómina, tarjetas de créditos departamentales o cuentas de ahorro, sin embargo, es vital acompañar el acceso al sistema financiero con formación práctica y comprensible que les permita usarlo de forma efectiva y responsable.
De acuerdo con una encuesta de Kardmatch, una de cada cuatro personas entre 23 y 26 años comienza su vida laboral con antecedentes negativos en el buró de crédito. Es decir, con una carga financiera que puede limitar seriamente sus oportunidades: no califican para créditos, enfrentan tasas de interés más altas o simplemente tienen bloqueado el acceso a otros productos financieros básicos.
Los datos de esta plataforma digital de evaluación de productos financieros en México también arrojan que 49% de los jóvenes entre 18 y 22 años ya tiene una tarjeta de crédito, a pesar de no contar con ingresos propios. Muchos de ellos aún están estudiando y dependen económicamente de sus padres. Esta desconexión entre responsabilidad financiera y capacidad de pago crea un caldo de cultivo para el sobreendeudamiento.
El problema radica en que los jóvenes se enfrentan a su primera tarjeta sin haber recibido la preparación necesaria para manejarla con responsabilidad. El crédito no es dinero extra ni una extensión del ingreso: es una herramienta financiera poderosa que, bien utilizada, puede abrir puertas a oportunidades; pero mal manejada, puede convertirse en una carga que limita su desarrollo económico desde el inicio de su vida adulta.
Entender cómo funcionan las tarjetas, conocer los costos reales del endeudamiento y aprender a tomar decisiones financieras informadas es fundamental para construir un historial sólido y evitar errores que podrían afectar su futuro por años. Así como para manejar un automóvil se necesita una licencia, quizá ya es hora de exigir una capacitación básica para acceder a productos de crédito. Si los emisores financieros capacitaran a los nuevos usuarios y ofrecieran incentivos por completar esta formación, podríamos tener no solo usuarios más responsables, sino también carteras crediticias más sanas.
Segundo, urge integrar la educación financiera en las escuelas, desde la primaria hasta la universidad. No podemos seguir dejando que los jóvenes aprendan por ensayo y error en un terreno tan delicado como el dinero.
Y tercero, necesitamos campañas que lleguen a los hogares, que involucren a los padres, que desmitifiquen las finanzas y hablen claro sobre lo que implica tener una deuda.
El empoderamiento empieza con la información. La inclusión financiera representa una gran oportunidad para el desarrollo económico de los jóvenes, pero solo puede ser verdaderamente útil si va de la mano con la educación financiera.