En América Latina, muchas escuelas privadas enfrentan una paradoja dolorosa: mientras son espacios de formación, comunidad e innovación, su acceso a herramientas financieras sigue siendo limitado, costoso o simplemente inexistente.

Hablar de dinero en contextos educativos aún se percibe como inapropiado o incómodo. Y así, en silencio, la morosidad avanza, la incertidumbre domina y la falta de liquidez compromete el presente y el futuro de miles de instituciones.

El recién lanzado estudio titulado “Educación en cifras: panorama financiero de las escuelas en Latinoamérica”, desarrollado por la empresa mexicana Mattilda, revela un panorama desalentador: más del 60% de las escuelas privadas en la región operan por debajo del 75% de su capacidad instalada. Pero además, en países como México, Colombia y Ecuador, la morosidad mensual en el pago de colegiaturas puede rondar hasta 10%. Un porcentaje que, acumulado mes a mes, puede llevar a una escuela al borde del colapso.

Además, según el mismo estudio, las escuelas con menos de tres métodos de pago presentan hasta 50% más morosidad y carga operativa. ¿Qué nos dice esto? Que enseñar también implica saber cobrar, gestionar y crecer.

Porque en realidad todo esto tiene un problema mucho más profundo: la falta de profesionalización y modernización en la gestión escolar.

La educación merece más que buenas intenciones. Merece estructuras sólidas, procesos inteligentes y aliados tecnológicos que no solo entiendan de números, sino también de propósito. Mattilda ayuda desde el 2022 a ese propósito. En solo dos años, ha multiplicado por tres sus ingresos, número de escuelas atendidas y créditos otorgados. Hoy, más de 450 escuelas y 180 mil estudiantes se benefician de sus soluciones.

Y es que si queremos una educación de calidad, se debe empezar por fortalecer las bases financieras de las escuelas: digitalizar procesos, diversificar métodos de pago y contar con aliados tecnológicos no es un lujo, es una necesidad.

Por ejemplo, en México, más del 50% de las escuelas privadas busca crédito para expandirse o mejorar su infraestructura, pero solo el 65% lo consigue. Y la brecha entre quienes necesitan y quienes acceden a financiamiento es más que estadística: es estructural. Y, como es habitual, son las escuelas más pequeñas (con menos de 200 alumnos) las que enfrentan mayores barreras.

¿Cómo sostener la calidad educativa cuando el flujo de efectivo no alcanza? Mattilda decidió justo ofrecer una infraestructura digital pensada para liberar a las instituciones de cargas operativas, permitirles planificar con visión y ayudarlas a crecer con libertad. Pero, sobre todo, para devolverles la tranquilidad.

Ahora, me cuenta su CEO José Agote, están incorporando además una herramienta de Inteligencia Artificial llamada “Matti IA”, desarrollada sobre la tecnología de ChatGPT de OpenAI, que permitirá a las escuelas, con las que tiene alianza la empresa, acceder en segundos a reportes, estadísticas, ligas de pago personalizadas y datos clave sobre alumnos y tutores, todo a través de su plataforma o incluso por WhatsApp.

Herramientas como esta modernizan, pero sobre todo, contribuyen a una operación con mayor salud financiera y a liberar al personal administrativo de tareas repetitivas para enfocarse en lo verdaderamente importante: la comunidad educativa.

lucyquiroga@finanzasentacones.com.mx

Google News

TEMAS RELACIONADOS