Los recientes hechos de inseguridad que se han dado a conocer en el municipio de Querétaro, reflejan el retroceso en las políticas públicas de inspección, vigilancia y policía, que se encuentran en un momento de crisis, dentro de la zona metropolitana de Querétaro, cada día se vuelve más compleja y conflictiva, y representa uno de los mayores retos para las autoridades de los tres niveles de gobierno, principalmente para quienes habrán de iniciar en octubre. Hay que recordar que los incidentes de inseguridad —antes llamados aislados—, se han incrementado significativamente, a lo largo y ancho de la ciudad capital y sus zonas conurbadas y rurales.

Estos hechos, atípicos que se han vuelto típicos de la realidad queretana, resultan altamente significativos para nuestra vida cotidiana, pues son indicadores de la crisis en que vivimos como parte de una sociedad, que sin darse cuenta pasó de la tranquilidad provinciana a la complejidad urbana, que tiene múltiples componentes, nacionales y locales, como la ruptura de la economía, los cambios en la estructura social, el crecimiento del narcotráfico y las redes de tráfico de personas, el desplome del mercado laboral para los jóvenes y los adultos de la tercera edad, y la desaparición de los programas de desarrollo social como justificación de la eficacia financiera de los gobiernos. Estos escenarios, se reproducen localmente a lo largo y ancho del mundo, no son exclusivos de Querétaro, pero como en todos lados, adquieren un matiz propio y generan una problemática aún más compleja. México y Querétaro, no son la excepción, por el contrario, los efectos para una economía emergente como la mexicana, que va en camino a consolidarse como uno de los mercados más importantes a nivel macro, son devastadores a nivel micro, porque los efectos de los grandes mercados cuando son positivos, son difíciles de materializar inmediatamente en el bolsillo de las personas, pero cuando son negativos, surten efectos inmediatos en la economía personal y familiar, y generan escenarios de rompimiento social y político.

En México los ejemplos son claros y variados; cada ciudad, cada comunidad rural y cada rincón del país tienen su propia fotografía del impacto que la crisis global ha generado en su entorno local. Querétaro tiene una fotografía de claroscuros, por un lado hemos vivido en la inercia del crecimiento económico en la zona metropolitana de la capital, que ha atraído inversiones y capitales, la urbanización acelerada y dirían algunos, hasta la alternancia política. Pero por otro lado, el crecimiento exponencial de la población, la migración desenfrenada, el aumento significativo de la delincuencia, la proliferación de zonas de alta marginalidad e inseguridad urbana, la problemática de movilidad y el encarecimiento de la vida diaria, son la cara oscura de la moneda que las autoridades y los partidos políticos se niegan a reconocer y peor aún, se niegan a actuar en consecuencia para resolver dicha problemática.

Cada día son más variados y complejos los problemas que enfrentamos en nuestra ciudad. Los queretanos ya no podemos pensar que el México bronco está en el norte o en el sur del país, y que nosotros estamos a salvo. Por el contrario, hoy estamos en medio de la crisis de inseguridad y de descomposición del tejido social, que ha hecho presa a la vida cotidiana, no sólo la urbana sino también la rural. Basta ejemplificar la grave crisis de inseguridad que se vive desde hace varios años en la zona rural del municipio de Querétaro, y que se ha agravado en los últimos meses debido a la falta de un mando policial eficiente y de políticas públicas de desarrollo social y económico, para una región del territorio municipal, que durante los últimos trienios ha sido ignorada, bajo la tonta idea de que el municipio es sólo la ciudad y que acaba en Juriquilla, cuando existen 71 subdelegaciones y 233 comunidades, la gran mayoría rurales, y prácticamente desconocidas para los funcionarios y servidores públicos municipales.

Otro ejemplo de la crisis que ha rebasado al municipio, es la falta de control de los antros que han proliferado en la mancha urbana, principalmente aquellos donde se realizan eventos masivos fuera de toda regulación, violentando horarios de funcionamiento, permitiendo el ingreso a menores de edad y promoviendo la apología del delito, sin medidas de protección civil, generalmente enquistados en zonas habitacionales donde generan delincuencia y vandalismo, contaminación auditiva en exceso, invaden cocheras y contaminan calles y áreas verdes, generan inseguridad por riñas y amedrentan a los vecinos, y que se han multiplicado sorpresivamente en esta administración municipal que concluye, con la complacencia y el apoyo corrupto de quienes son los encargados de vigilarlos y sancionarlos, a tal grado que su omisión ha derivado en riñas, lesiones, muertes y toda clase de permisión para cometer otros delitos como el tráfico de drogas, la trata de personas, fraudes y hasta el lenocinio.

Abogado y profesor de la Facultad de Derecho, U.A.Q.

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