Los homicidios siguen en aumento. Este año seguramente lo terminaremos con más de 33 mil. Terminaremos el año 19 de este siglo con una tasa de 26.6 homicidios dolosos por cada cien mil habitantes. Una tasa muy similar a la registrada en 1962 (con 25.5). En este problema hemos retrocedido 56 años. A mi saber, no existe otro problema nacional en el que hayamos retrocedido medio siglo.
Sigue sin existir en este país una política de prevención del homicidio. No obstante, un acercamiento a la solución de este problema está en la delimitación del perfil del homicida mexicano. Voy a fundamentar esta descripción en la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad 2016 y en la Encuesta Intercensal 2015, de INEGI.
La edad no hace al homicida perceptible, al menos a simple vista. La mitad de los homicidas tenía menos de 29 años cuando fue detenido, pero la mitad de la población del país tiene menos de 27 años. La ocupación tampoco hace al homicida perceptible. Una semana antes de ser detenidos, el 73% de los homicidas reporta haber trabajado como jornalero, peón, empleado u obrero, el 23% dice que se ocupó como trabajador por cuenta propia, como empleadores casi el 4%, y menos del 1% fueron trabajadores sin pago. Esta distribución de ocupaciones es casi idéntica a la del resto de la población. Además, no se puede decir que los homicidas sean exactamente flojos: el 86% trabajó la semana previa a su detención. Entre los que no trabajaban, el 20% dice que su principal fuente de ingresos era el dinero que le daba algún familiar, y un 14% tenía ingresos de negocios chuecos.
Ahora, algunos elementos de perfil que son importantes para una política de prevención social en general y de reinserción social en lo particular. 1. 62% de estos homicidas se crió en un hogar en donde algún familiar había estado en la cárcel. 2. 50% de estos homicidas fue acusado de haber realizado alguna actividad castigada por las autoridades antes de cumplir 15 años. 3. 5% estuvo recluido en un centro de internamiento para adolescentes. 4. Sólo 18% de los homicidas tenía la secundaria terminada al momento de su detención, aunque cabe mencionar que otro 18% la terminó durante su encarcelamiento. 5. Y es aquí donde empiezan las alarmas institucionales a sonar: el 6% de los homicidas encarcelados había prestado alguna vez servicio en la policía, y el 5% en las fuerzas armadas (principalmente, en el Ejército). 6. 18% ya había estado en la cárcel, y 13% de éstos había sido sentenciado anteriormente por homicidio.
Así, pregunto: ¿cuántos homicidios se podían haber evitado de haber existido una política de reinserción social? ¿Cuántos homicidios más tendremos que sumar para que se ponga en marcha una política de prevención del homicidio? Ojalá consideren los sabios del sanedrín que la inversión que se tiene que hacer para prevenir y combatir el homicidio es alta. Pero el costo de no hacerla es mucho mayor.
Mientras el equipo de transición no nos dé señas de dejar atrás las ocurrencias que les imponen desde arriba, y mientras no nos expliquen qué va a hacer (porque quiero pensar que ya saben lo que van a hacer) con el problema del homicidio, seguiremos todos repartiendo el pan muy democráticamente mientras escuchamos la política del sermón del monte. Eso sí, hasta que lleguen las elecciones del 2021, en donde todo será resultados, como siempre.