Opinión

La Segunda Transformación

26/09/2019 |05:25Paola Félix Díaz |
Redacción Querétaro
RedactorVer perfil

Una serie de fechas de la historia de México, distantes una de otra, encierran la aún indescifrable vida de Guillén de Lampart, el irlandés que, adelantado a sus tiempos, retó a monarcas, virreyes y poderes fácticos en pleno auge de la conquista española, en pos de la emancipación de indios, negros y esclavos oprimidos por los gobiernos de la Nueva España.

Llegó a tierra azteca, proveniente de España, en 1640; fue capturado la noche del 26 de octubre de 1643 por la inquisición y quemado vivo el 19 de noviembre de 1659, acusado de apóstata y Pelagio.

Se le considera pionero precursor de la Independencia y su gesta libertaria le reservó un lugar en las páginas de la historia cuando, en 1910, Porfirio Díaz inaugura la Columna de la Independencia, y dispone que una estatua de Lampart sea colocada dentro del mausoleo donde reposan los restos de los Héroes de la Patria. Sin restarle ningún mérito a los Héroes de la Independencia, la historia de Guillén de Lampart (o Guillermo Lombardo Guzmán) lo engrandece porque casi 200 años antes del movimiento libertador de México, él ya enarbolaba los ideales de justicia, igualdad y libertad para la población sometida en la Conquista.

En 1642, antes de ser arrestado y encarcelado, en sus planes estaba tomar el poder, convertirse en Virrey, luego Rey de la América y Emperador de los mexicanos; construir una monarquía de estirpe indígena; relevar a los indios de los tributos; dar premios a los descendientes de los conquistadores y abolir la esclavitud.

Un dato que ilustra su temple indomable ocurre cuando logra escapar de la cárcel de la Inquisición, hecho inédito para esos tiempos, y en vez de desaparecer, se dedica a elaborar escritos de denuncia contra la tiranía colonial y colocarlos personalmente en las puertas de los edificios públicos.

En ambos lados de la historia, con Guillén de Lampart o con los Padres de la Patria, el punto de encuentro no solo fue el camino de la insurrección por la libertad, sino el proyecto de forjar una nueva nación, con historia e identidad propias, ya no controladas por poderes fácticos, grupos de privilegiados o intereses supranacionales. Ese fue el alma de la Segunda Transformación de México.

Conspirador, aventurero, mártir, héroe nacional, progresista o un revolucionario adelantado a sus tiempos. Todo ello y más se ha dicho y escrito de Guillén de Lampart, mítico personaje extranjero que forjó su espacio en el pedestal en la historia de la independencia de México, casi 200 años antes de que ésta ocurriera.

Activista social. @LaraPaola1

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