Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, aspira a triplicar el número de usuarios de su red social; pasar de los mil 600 millones a 5 mil millones de usuarios. Entre las vías que tomará están reducir en costos de materiales y redes de telecomunicaciones, optar por el software no propietario, promocionarse en regiones del Tercer Mundo, donde radican sus potenciales usuarios, y, sobre todo, apostar por la realidad virtual (RV).

La RV es el terreno en donde varias empresas fincan muchas esperanzas de crecimiento. Por ejemplo la gigante del comercio electrónico de China, Alibaba, ya experimenta con esa tecnología y las personas pueden comprar en línea con un casco que “los conduce” hasta los productos.

La primera etapa de la RV, que se remonta a fines de los años ochenta, estuvo empedrada de una euforia desmedida, ya que se pensaba que estaba destinada a revolucionar los campos científicos, económicos y la misma vida diaria. Ese optimismo se tradujo en publicaciones e inversiones en múltiples campos, que a la postre resultaron un fiasco.

Actualmente se ha vuelto a ver con entusiasmo la RV, aunque ahora únicamente como un recurso lúdico y de comunicación. Sin duda es algo que suena interesante, pero muy lejos ya del papel relevante de las interfaces multisensoriales preludiadas en la primera etapa de esta tecnología.

Hoy Facebook quiere explotar la realidad virtual con la finalidad de que los usuarios de dicha red tengan una experiencia más atractiva en cuestiones de video, lo que piensa lograr de la mano de algunos socios que desarrollan tecnología de RV. Para eso, su interfaz de batalla es el Rift Oculus VR, un caso de RV de última generación, en donde Facebook ha invertido unos buenos millones de dólares.

Hoy la RV está ubicada dentro de las grandes revoluciones que se avecinan, como la internet de las cosas, la realidad aumentada y la inteligencia artificial. En esta nueva etapa se piensa que la RV se volverá, o al menos tiene el potencial de ser un recurso esencial para implantarse en los teléfonos inteligentes, pero sobre todo que se pueda volver en la principal vía de acceso global de comunicación.

Pero eso no solo lo persigue Facebook, ya que las empresas de telefonía caminan en la misma dirección. En la siguiente etapa la idea es crear un entorno de RV integradora, es decir capaz de permitir la convergencia y unificación de todas las aplicaciones existentes actualmente y que operan en plataformas separadas.

No obstante, el pasado es una buena referencia para imaginar el futuro de esta apuesta. La actual etapa de la RV se apoya en la primera, partiendo de una idea fisiológica errónea, que también se presentó en la hoy desaparecida telepresencia, con sus guantes. Se considera que enviar a los ojos de los usuarios dos imágenes, una para cada ojo, es más que suficiente para ofrecer una sensación de confort, profundidad y espacio.

La cuestión es que esta tecnología inmersiva que deriva de dos pantallas de un casco de realidad virtual para nada equivale a la manera en que nuestros ojos perciben el mundo de manera natural. Las cuestiones que se presentan son las dificultades de latencia, las distorsiones del espacio y, sobre todo, la fatiga de los ojos.

Esa fiebre por tener a la mayor cantidad de usuarios, de proponerles nuevas aplicaciones y herramientas para que la gente no abandone esos servicios, termina en confusiones. Para empezar el equipamiento que necesitan hoy los usuarios de Facebook supera los tres mil dólares, algo absurdo. Por eso apostar por la RV es pensar a largo plazo. Pero para cuando la misma esté madura, es probable que entonces se evidencie que ya será obsoleta, porque en los últimos 25 años la RV ha demostrado ser una tecnología que no ha cambiado gran cosa.

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