Amigo lector, si tienes más de cuarenta y cinco años, lo más probable es que te hayan educado como a tus padres con mucha disciplina. Sabíamos claramente cuáles eran los límites en casa, nos controlaban con la mirada, no había comida especial para los niños, ni regalos en exceso. Nos vestían al gusto de los padres o heredábamos la ropa de los hermanos sin problema. Pese a todo, crecimos y nos convertimos en adultos más o menos productivos y funcionales.

Hace unas décadas se inició el boom por explicarlo todo a la luz de la psicología, descubriendo que todo causaba traumas en los niños, del mismo modo que ahora con el boom de la salud todo causa cáncer.

Cambiamos entonces la forma de educar a nuestros hijos, buscando ser amigos antes que padres, dándoles lo que no habíamos tenido en nuestra infancia, cediendo y no poniendo límites claros. También aparecieron las perfectas excusas para los niños maleducados: el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TADH), los niños índigo o los supuestos “niños genio”.

Nuestros hijos son la generación de los millennials, una generación nacida entre los años 1982 y 2000, seres egocéntricos, muy listos, preparados académicamente y que nacieron bajo el paraguas de la una prosperidad económica que ya se fue. Se caracterizan por ser impacientes, malcriados y sobre todo por pensar que por tener un título académico, suponiendo que lo tienen, tienen el mundo a sus pies. Son seguros de sí mismos, muy ambiciosos e impacientes, educados para una sociedad altamente competitiva pues han vivido recurrentes crisis económicas.

No son muy estables en el aspecto laboral, pues se aburren fácilmente, sus niveles de exigencia son altos, no tienen respeto por la autoridad, ni conocen la lealtad a largo plazo, pues permanecerán en un trabajo, en tanto encuentran otro más apetecible. No saben acatar normas, ni reglas establecidas. La prepotencia es otro problema arraigado en este grupo. Se enfocan en sacar provecho del presente, quieren el control absoluto de su trabajo y vida personal, y no aceptan ningún tipo de asesoría, venga de quien venga. Por ello en los países industrializados antes de los 38 años habrán cambiado 15 veces de empleo, y otras de pareja. Para el año 2025, representarán el 75 por ciento de la mano de obra mundial.

Los llaman la generación perdida.

Según la Encuesta Nacional contra las Adicciones, el 35 por ciento de los menores de 18 años ya consume alcohol, más del 30 por ciento tabaco, y más del 10 por ciento algún tipo de droga ilegal. Entre los universitarios se ha dado un incremento dramático en el consumo de alcohol (el 45 por ciento de los universitarios ha abusado de este) y la mariguana (pasó del 30 al 50 por ciento tan sólo en la ciudad de México). Y en este tema, amigos, nosotros tenemos una gran culpa, pues no les fomentamos la tolerancia a la frustración, al concederles todo ipso facto.

No todos los millennials tienen suerte, a pesar de tener altas expectativas de vida, en México hay 7 millones de ninis, es decir el 24.7 de este grupo etario enfrentan desempleo y muchos ni siquiera estudian o saben qué quieren hacer con sus vidas.

Esta disparidad entre las expectativas y la realidad lleva a muchos jóvenes al suicidio. El 40.8% de los suicidios ocurren entre los jóvenes de 15 a 29 años, convirtiéndose en la segunda causa de muerte entre ellos.

¿Así o más claro? Es hora de dejar la autocomplacencia y formar de verdad a nuestros hijos. ¡Padres, escuelas, universidades y gobierno, eduquemos a nuestros hijos por el bien del planeta!

Analista políticaanargve@yahoo.com.mx

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