La democracia, etimológicamente hace referencias al poder del pueblo o de la mayoría. Desde una edad muy temprana nos venden y enseñan el concepto como una especie de paraíso político y filosófico que constituye un valor incuestionable y al cual todos nos debemos de ceñir sin pensar en ninguna de sus desventajas, puesto que de acuerdo con el dogma, no hay tales.
Pero no podemos entender la luz sin tener el concepto de sombra.
El ambiente de pre campañas en el que nos encontramos en Querétaro y en otros estados nos permite encontrar algunos claroscuros a los que nos somete el sistema democrático, a continuación expongo algunos de ellos:
El primero ha sido evidente en estas elecciones… la candidatura de personas ajenas a la política y lejanas al ámbito académico y cultural, dicho de esta forma para evitar la rudeza de declarar que algunos de los candidatos que se han presentado no cuentan con estudios de educación media superior.
Y es que al tratarse de un representante popular y no de alguien que forzosamente este mejor preparado que el resto, se puede dar el caso y se daba con cierta frecuencia, que legisladores, los encargados de hacer la ley ¡no supieran leer las leyes que promulgaban!
Cabe señalar que no pretendo hacer ninguna distinción de índole socioeconómica, si no que hablo de una clasificación meramente académica.
Eso es sin duda una enorme desventaja competitiva ante otros países donde los estándares académicos de los gobernantes deben de ser sumamente elevados para ganar las elecciones. Otro agujero que se ha originado por la evolución del ejercicio democrático es el “conflicto de intereses”.
La explosión demográfica junto con las nuevas tecnologías de la información han dado como resultado que las campañas electorales y demás formas en las que un político (o “Lagrimita”) pide el voto de un ciudadano se vuelvan más voraces, duraderas y caras con cada proceso electoral.
Es así que ya no basta con organizar mítines, caminar la ciudad, acudir casa por casa, si no que hoy se tienen que pagar analistas especializados, propaganda multimillonaria, llaveritos y pelotitas para los votantes, anuncios en Facebook y Twitter, y ya de paso unos bots para defenderse de ataques.
Ante estas nuevas exigencias de la democracia actual, la única forma que tiene un ciudadano para conseguir oportunidades reales de ganar un puesto de elección popular es pedir el favor de alguien que tenga la capacidad económica para financiarlo, dando así nacimiento a la relación que causa el conflicto de intereses.
Si no se compromete con los grandes no llega, pero si llega así, va tener jefes fácticos fuera de la esfera pública cuyos intereses pueden ser contrarios a la voluntad de la mayoría.
Esto da pie a conocer otro de los aspectos insanos de la democracia como la vivimos: la existencia misma del concepto de poder fáctico y su diferenciación con el poder formal.
Poder fáctico es la capacidad de hecho, la manera de hacer que las cosas sucedan, mientras que el poder formal es el puesto. El hecho de que exista una diferencia entre ambos y que dicha diferencia esté anidada en la mente de muchos de los mexicanos es un foco rojo del sistema en el que vivimos.
Para poder, como jóvenes, vivir plenamente la democracia debemos primero conocerla en su totalidad, y analizarla concienzudamente y preguntarnos… ¿realmente aporta elementos de mayor valor que estas consecuencias negativas?
Estudiante de la Facultad de Contaduría de la UAQ.
@lui_uni