Opinión

La magia del mundial

24/06/2014 |07:44David Rincón |
Redacción Querétaro
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La magia no está en el truco, ni siquiera en el mago, sino en la mirada de un espectador ilusionado”, Jorge Blass. ¿Cómo explicar en letras lo que se siente estar aquí? ¿Cómo plasmar todo lo que mis ojos ven, sienten y respiran? ¿Cómo explicarles lo que un aficionado es capaz de hacer por asistir para, algunos, al otro lado del mundo? Pues, a pesar de conocer sus debilidades la esperanza nunca muere. En Brasil no hay rival pequeño, ni antecedentes bélicos, ni potencias económicas. Son 90 minutos que hacen que todo eso no importe, es fútbol. Eso que muchos, demasiados, idolatran y que de pronto el otro, a quien se le hace absurdo, no puede comprender. ¿Qué es estar en un mundial? Es compartir tu cultura, gritarla, pintarla, sentirte orgulloso de dónde vienes. Pensamos en pasión, ahí están los ticos (costarricense), los uruguayos, los argentinos, más que los europeos, a ellos, los de nariz grande, les puede más el ego, no tanto la pasión. Si volteamos a ver a nuestros vecinos, a esos que veíamos hacia abajo, solo en futbol soccer, los de las barras y las estrellas, ¡qué manera de apoyar a su equipo! ¡Qué organizados! Respetuosos del rival, y sí, son casi los mismos que los mexicanos. Siempre, en cualquier rincón, está “la verde”: estadios, playas, restaurantes, hoteles, en su mayoría en grupos. Sorprende ver a más gente mayor, quizá por la solvencia económica, la estabilidad y todo eso que te hace ausentarte un mes de tu lugar de residencia sin que nada afecte. Pero también están los otros, los de ocho horas al día, los que ahorraron, vendieron su carro, pidieron prestado, y todo por estar en un mundial. ¿Qué si vale la pena? Tendrían que estar acá. Puedo decirles que ha sido -después de mi boda y el nacimiento de mis hijos- la experiencia más maravillosa de mi vida. ¡Cómo se eriza la piel al entrar al estadio! No poder despegar las manos por el nervio de que en cualquier momento la alegría se venga abajo, no moverte de tu lugar porque son 90 minutos que jamás volverán. No me puedo perder el ¡gooool! El tiempo pasa muy rápido, es fugaz, en un momento todo termina, por eso dicen que la vida dura poco y estamos aquí para eso vivirla. Por eso canto el himno y lloro cuando se termina. Por eso me uno al grito de despeje, por eso canto Cielito Lindo, porque eso y más, muchas cosas más, me hacen sentir vivo…

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