Cierto día una liebre (la institución) se burlaba de las cortas patas y la lentitud al caminar de una tortuga (la ciudadanía). Pero ésta, riéndose, le replicó: “Puede que seas veloz como el viento, pero en una competición yo te ganaría”. La liebre, segura de que aquello era imposible, aceptó el reto. Llegado el día de la carrera, emprendieron la marcha al mismo tiempo. La tortuga en ningún momento dejó de caminar y, a su paso lento pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino, se quedó dormida. Cuando despertó, y moviéndose lo más veloz que pudo, vio cómo la tortuga había llegado tranquilamente al final y obtenido la victoria.
La fábula se ajusta a nuestra realidad de instituciones y ciudadanía. Un ejemplo: el pasado 22 de marzo presenté ante el Instituto Electoral del Estado de Querétaro (IEEQ) la solicitud de asistencia como moderador al debate público entre el alcalde capitalino y un grupo de ciudadanos y miembros de la comunidad cultural y artística. La petición se hizo con base en los “fines institucionales” del IEEQ, entre los que destacan: fomentar la participación ciudadana y el fortalecimiento de la vida democrática, a través de sus principios rectores; garantizar y difundir a los ciudadanos el ejercicio de los derechos político-electorales; además de promover el fortalecimiento de la cultura política y democrática de la sociedad queretana, a través de la educación cívica.
El debate público se realizó (el 2 de abril) sin la presencia del IEEQ como moderador. El pasado 4 de mayo recibí el oficio (con fecha 3 de mayo) de respuesta del IEEQ, esto es 35 días después. Lo insólito no es sólo el tiempo, sino el sentido de la respuesta, la cual señala que “este instituto, de conformidad a la Ley Electoral, tiene como facultad promover y alentar todas las expresiones de partidos y candidatos… tendentes a dar a conocer a la sociedad los contenidos de la plataforma que éstos sostienen durante sus campañas”. Además de indicar que “el instituto únicamente durante el periodo de campañas, organiza, por lo menos, un debate entre todos los candidatos…, ello con apego a las disposiciones jurídicas” (sic). El IEEQ no cae en cuenta que se solicitó ser el moderador, no el organizador, dada su “experiencia” y sentido objetivo de la necesidad de un árbitro, en un espacio de diálogo social. Lo anterior nos demuestra, una vez más, que las instituciones no alcanzan a reaccionar. Creyendo que van más rápido que la sociedad, se quedan dormidas en sus laureles, cuando paso a paso la sociedad avanza. La rigidez de su visión no les permite reanimarse y acompañar a la sociedad en el momento que se les demanda.
Vivimos tiempos difíciles y de crisis institucional. Más que económica, es una crisis de régimen, de formas de hacer política. Delegar la política y dedicarse a votar cada tres años nos ha llevado al desastre generalizado. Hay una reflexión que va más allá de los movimientos sociales, es una reflexión del conjunto de la ciudadanía, que ha tomado conciencia, de forma traumática, de que delegar la política ha llevado a la privatización de la misma, a la confusión de los intereses privados con los públicos, a las puertas giratorias, a la corrupción generalizada. No debemos delegar nunca más. La democracia no se hace sola, no es un punto de llegada como nos vendieron las reformas estructurales, sino que es un punto de partida y si no, no hay democracia. No es una opción, si no hay protagonismo ciudadano no hay democracia. Es evidente que hay que renovar las formas de hacer política y que los partidos que ha habido hasta ahora, y el propio sistema electoral, son insuficientes como forma de participación política. Hace falta algo más que eso, y en ese “algo más”, ante una situación de democracia secuestrada, de unas instituciones al servicio de unos pocos y en contra de las mayorías, hay un ciclo de empoderamiento ciudadano, de impulso de candidaturas ciudadanas o de renovación dentro de movimientos y partidos, que pretende recuperar las instituciones para ponerlas al servicio del bien común. Pero también hay un aprendizaje colectivo en positivo: no basta con ganar las elecciones. Por una parte porque, como lo hemos vivido en Querétaro, no es garantía de un gobierno ciudadano, eficiente, con oficio y sensible. Muy al contrario, ya que las muestras del descontento han ido en aumento y radicalidad. Por otra parte, cuando visualizamos que la causa profunda de nuestra crisis está en los poderes fácticos como el financiero, que ni siquiera es estatal sino transnacional, de grandes multinacionales con tentáculos en el Poder Judicial, Legislativo y mediático, que están saqueando nuestros recursos y usurpando la democracia, eso no lo vamos a contener o enfrentar sólo ganando las elecciones, sino con una ciudadanía movilizada antes, durante y después de las elecciones. Sólo con fuertes contrapoderes ciudadanos y con una ciudadanía vigilante, implicada y comprometida, podremos visualizar un horizonte democrático.
Ex director del Cedart.Consejero electoral del INE.