Opinión

La diplomacia mexicana

El posicionamiento de México en el mundo, la atención a los connacionales y la promoción de los intereses nacionales requieren mayores recursos, no menos.

26/07/2018 |02:06Enrique Berruga Filloy |
Redacción Querétaro
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La diplomacia es una profesión muy honrosa e interesante, pero en forma alguna se trata de un empleo convencional. Cambiarse de país cada tres o cuatro años en promedio, tiene un alto costo familiar, económico y de adaptación que en nada se parece a otros trabajos. A esta complejidad se añade ahora una posible reducción en los salarios de nuestros diplomáticos y cónsules. Este podría ser un golpe letal para una de las instituciones más dignas y comprometidas del país.

A pesar de la manera explosiva en que ha crecido el número de paisanos que reside en el exterior y la multiplicación y complejidad que han registrado nuestros nexos internacionales, el Estado mexicano lleva décadas sin invertir en sus representaciones en el exterior. El posicionamiento de México en el mundo, la atención a los connacionales y la promoción de los intereses nacionales requieren mayores recursos, no menos.

Nuestra diplomacia opera con las mismas plazas del servicio exterior que hace 40 años. Se trata apenas de 918 funcionarios de la rama diplomático-consular que deben encargarse de 80 embajadas, 67 consulados y 7 misiones ante organismos internacionales, además de las tareas que deben cumplir en la propia Cancillería. Brasil cuenta con 144 embajadas, Cuba 123, España 118 y Sudáfrica 102. Para estos países el mundo se ensancha y para México se contrae.

Para fijar los salarios, las cancillerías toman como referencia el tabulador que aplica la ONU para pagar a sus funcionarios en el mundo. Ese indicador toma en cuenta el costo y las dificultades de vida en cada país. Los salarios de nuestro servicio exterior no se han modificado desde 1999 y por ello muestran un rezago de más de 35%. Los diplomáticos de México ganan aproximadamente la mitad que sus homólogos de Brasil, Chile, España o Perú. Por ello, es creciente el número de diplomáticos mexicanos que se ven en la necesidad de partir sin su familia, ante la imposibilidad de rentar una vivienda y pagar colegiaturas.

Para impulsar el desarrollo, fortalecer la imagen y el prestigio de México y lidiar con el complejo escenario mundial, necesitamos una presencia más sólida y diversificada en el exterior. Sin embargo, pasan los sexenios y cada vez se invierte menos para alcanzar esos objetivos. La cuarta transformación que pretende aplicarse no puede darse al margen de un México fuerte en el plano internacional. Las nuevas autoridades de la Cancillería deberán defender a nuestro servicio exterior y expandir los espacios de la diplomacia, que son los de nuestros paisanos, los de nuestros intereses y oportunidades en el mundo.

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