Karl Wilhelm Scheele (Straslund, Suecia, 1742) fue un droguero-farmacéutico que, a pesar de no tener educación superior y no contar con un buen laboratorio fue el precursor de varios descubrimientos químicos, fue el primero en aislar el oxígeno por descomposición del óxido de mercurio, obtener fósforo de los huesos y describir el efecto de la luz sobre las sales de plata que ayudaría a los nuevos procesos fotográficos de la época. También descubrió los elementos bario, manganeso, molibdeno y cloro y muchos compuestos. Pero lo que le hizo rico fue el descubrimiento de un pigmento verde tan hermoso, que pronto desplazó a los que se habían usado hasta entonces. Se trataba del arsenito ácido de cobre, “verde Scheele”, que fue usado durante décadas por pintores tan famosos como Joseph Turner y Edouard Manet, y estuvo presente en los hogares de la época victoriana en los papeles pintados con el famoso diseño Trellis del inglés William Morris.

El arsénico ofreció una amplia gama de pigmentos verdes altamente tóxicos. Primero fue el verde Scheele (arsenito cúprico), sintetizado por el químico sueco Karl W. Scheele en 1775, que llegó a conocerse como Schloss Green (verde del palacio) y después, en 1814, el verde Scheweinfurt (acetoarsenito de cobre), también conocido como verde París, verde Veronese, verde Viena y, sobre todo, como verde esmeralda. Su fabricación, sencilla y barata, lo hizo asequible a todos los bolsillos y su uso trascendió al mundo del arte. Pasó así de los paisajes de Joseph Turner y la obra de Edouard Manet a la manufactura de papeles pintados, envoltorios, tapicerías, juguetes e incluso a los alimentos. Todo se vistió de verde esmeralda, un verde que en su fórmula llevaba más de un 40% de arsénico.

Para 1858, se estimaba que había más de 260 kilómetros cuadrados de papel pintado decorado con verde de arsenato de cobre en los hogares, hoteles y salas de espera de hospitales y estaciones de tren del Reino Unido. Y, para 1863, The Times calculaba que en el Reino Unido se fabricaban entre 500 y 700 toneladas de verde de Scheele al año para atender la creciente demanda. No obstante, cuando parecía que el apetito por el verde era verdaderamente insaciable, unos rumores inquietantes y una serie de muertes sospechosas empezaron a aplacar el entusiasmo de los consumidores. Tras 18 meses trabajando en la confección de flores artificiales, una joven enfermó rápidamente con toda probabilidad, los síntomas habrían incluido náuseas, vómitos, diarrea, sarpullidos y acabó muriendo en noviembre de 1861.

A medida que más y más gente sucumbía tras experimentar síntomas parecidos, médicos y científicos empezaron a realizar pruebas con todos los productos consumibles de color verde. En 1871, un artículo del British Medical Journal apuntaba que el papel pintado de color verde podía encontrarse en todo tipo de viviendas, desde los palacios hasta los cobertizos de los peones; se comprobó que una muestra de papel de unos 38 centímetros cuadrados contenía suficiente arsénico como para envenenar a dos personas adultas. G. Owen Rees, médico en el hospital Guy de Londres, empezó a sospechar después de que supuestamente un paciente se envenenara con unos cortinajes de cama de calicó de color verde.

Google News