A finales de la década de 1970, en las ciudades de Estados Unidos se estaba produciendo una auténtica epidemia de consumo de drogas y los índices de criminalidad violenta se habían disparado, así que cuando en 1979 un catedrático anunció que había encontrado la manera de hacer a la gente menos agresiva, captó la atención del país entero. El secreto, anunció Alexander G. Schauss en las páginas de su libro titulado Psiquiatría ortomolecular, era una tonalidad de rosa encendido.
Durante el año anterior, Schauss había estado realizando distintas pruebas. En primer lugar, había medido la fuerza fisica de 153 hombres jóvenes, la mitad de los cuales habían estado mirando fijamente una cartulina de color azul oscuro durante un minuto, mientras que la cartulina que se había mostrado a la otra mitad era rosa. A excepción de dos de ellos, todos los hombres a los que se les enseñó el rosa se mostraron más débiles que la media. Intrigado por el resultado, Schauss utilizó un dinamómetro para hacer una prueba con 38 hombres: el rosa tenía en ellos el efecto que el corte de pelo tuvo en Sansón. Además, fuera del laboratorio, el color parecía no perder un ápice de eficacia.
El 1 de marzo de 1979, Gene Baker y Ron Miller, dos oficiales al mando del correccional de la Marina de Estados Unidos en Seattle, Washington, pintaron una de sus celdas de rosa para ver si tenía algún efecto en los detenidos. Mezclaron cuidadosamente medio litro de pintura de molduras semibrillante de color rojo con unos cuatro litros de pura pintura de látex blanca para obtener el tono perfecto de jarabe cremoso contra la tos, y se pusieron manos a la obra para pintar paredes, techo y barrotes de una celda. Hasta ese momento, según Baker la violencia había sido un «problema gigantesco» pero, en cambio, en los siguientes 156 días no hubo ni un incidente violento. También se informó de resultados similares en el Centro de Menores Kuiper de San Bernardino; de hecho, según declaró el doctor Paul Boccumini con gran satisfacción, «había ido tan bien que el personal había tenido que limitar la exposición (de los delincuentes) porque los jóvenes se estaban debilitando demasiado. Schauss empezó a aparecer en público para explicar cómo el recién bautizado Rosa Baker-Miller (en honor a los dos oficiales de Seatle que descubrieron este tono) era capaz de debilitar incluso al hombre más fuerte. Durante una memorable aparición televisiva, lo probó con el por aquel entonces míster California: el pobre hombre apenas fue capaz de levantar unas pesas. Aquello no tardó en convertirse en un fenómeno de la cultura popular en Estados Unidos. El rosa se coló en los asientos de los autobuses, las paredes de las viviendas de protección oficial, las celdas de las comisarías de pueblo (que es de donde viene el otro nombre por el que se conoce a este color, rosa celda de comisaría), y hasta acabó usándose en las taquillas del vestuario del equipo visitante en los estadios de futbol americano universitario. (Lo que al final llevó a establecer la regla de que se podían pintar las taquillas de los vestuarios del equipo visitante del color que se quisiera, siempre y cuando las del equipo propio estuvieran pintadas también del mismo color.)