A mitad del siglo XIX, el único medicamento que ayudaba a combatir la malaria provenía de los bosques tropicales de los Andes en Sudamérica; la quinina era una sustancia extraída de la corteza del árbol de quina, pero que era sumamente caro su proceso de extracción y además el enviarlo hasta las colonias donde había pacientes esperando por este medicamento.

Un joven estudiante William Henry Perkin y su profesor, el célebre químico alemán August Wilhelm von Hofmann, buscaban una forma más accesible para sintetizar la quinina en el laboratorio. Perkin en su laboratorio casero ideó oxidar otro compuesto llamado anilina para poder obtener la quinina artificial, pero su experimento no funcionó y mientras trataba de limpiar el resultado de su error con alcohol, el joven Perkin notó que el material contenía una sustancia con un tono violáceo.

Con tan solo 18 años, sin pretenderlo, acababa de obtener el primer tinte sintético del mundo, que hoy conocemos por múltiples nombres: anilina violeta, malva, anilina violeta de Perkin o malva/mauve de Perkin. Sus experimentos produjeron en su lugar el primer colorante sintético de anilina, un tono violeta llamado “Malva”. Tomó su nombre de la flor que es del mismo color que varía en: púrpura, morado, carmesí, malva, magenta, fucsia, granate.

El nuevo color rápidamente se puso de moda, después que la reina Victoria luciera un vestido de seda teñido de color malva para la Exposición Real de 1862. Perkin desarrolló un proceso industrial, construyó una fábrica y produjo el tinte por toneladas, por lo que casi cualquiera podía usar malva. Fue el primero de una serie de tintes industriales modernos que transformó por completo la industria química y la moda. Londres y el mundo empezó a teñirse de Malva en una fiebre que nombraron “Mauve Measles” sarampión malva.

A unos años de su descubrimiento, las prendas malva se veían por todas partes, especialmente en Londres y París. La reina Victoria aumentó su popularidad cuando apareció en la Exposición Real de 1862 con un vestido largo de color malva teñido con el malva de Perkin, que comenzó a llamarse “malveina” (mauveine), término que combina las palabras malva y anilina. En retrospectiva, a veces se hace referencia a la década de 1890 como la “Década Malva” (Mauve Decade), debido a la popularidad característica de este sutil color entre los tipos artísticos progresistas, tanto en Europa como en Estados Unidos.

El artista que utilizó el malva y sus futuras variantes sintéticas fue Gustav Klimt inundando sus cuadros con sensuales violetas, púrpuras y rosados. Ayudando a establecer este color como un tono femenino y poderoso. A principios del siglo XX, el violeta, el verde y el blanco fueron los colores del movimiento Sufragio Femenino, que luchó por ganar el derecho al voto de las mujeres, y finalmente tuvo éxito con la 19ª Enmienda a la Constitución de los EE. UU. en 1920. Más tarde, en la década de 1970, en un tributo a las sufragistas, se convirtió en el color del movimiento de liberación de las mujeres.

Sin embargo, como se desvanecía fácilmente, el éxito de la primera anilina malva duró poco y fue reemplazado por otros tintes sintéticos en 1873. Como la memoria del tinte original pronto se desvaneció, la comprensión contemporánea del malva es como un color más claro y menos saturado de lo que se conocía originalmente, pero durante la década de 1960 y principios de 1970 también se asoció con contracultura, psicodélicos y músicos como Jimi Hendrix con su canción de 1967 “Purple Haze”, o la banda de rock inglés Deep Purple que se formó en 1968. Más tarde, en la década de 1980, apareció en la canción y álbum Purple Rain (1984) del músico estadounidense Prince.

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