El Arte Povera, surgido en Italia durante los complicados años sesenta, fue más que una corriente estética: fue una postura crítica ante el progreso acelerado, el industrialismo y la comercialización del arte. Bajo la guía del teórico Germano Celant, un grupo de artistas italianos rechazó los materiales y la lógica del mercado, optando por lo elemental: tierra, cera, ramas. Mientras Europa lidiaba con protestas estudiantiles y crisis políticas, el Arte Povera se erigió como una respuesta radical, planteando que cualquier materia, por humilde que fuera, podía convertirse en arte si se ponía al servicio de una idea potente.

A diferencia del ready-made, iniciado por Marcel Duchamp, consiste en la recontextualización de objetos industriales o cotidianos sin alterarlos físicamente, con el fin de cuestionar los límites del arte y el papel del artista. Su gesto es conceptual e irónico, desafiando la noción de autoría, originalidad y belleza. En contraste, el Arte Povera, emplea materiales “pobres” u orgánicos como tierra, ramas o fuego, explorando procesos de transformación y carga simbólica. Mientras el ready-made se enfoca en la crítica al sistema artístico desde lo industrial y lo intelectual, el Arte Povera propone una poética de lo elemental y lo vital, con un trasfondo político, ecológico y espiritual.

En este contexto emergieron figuras clave como Michelangelo Pistoletto, cuyo uso del espejo en obras como Quadri specchianti no solo incorporaba al espectador, sino que planteaba una reflexión sobre el yo y su entorno inmediato. Pistoletto hacía del reflejo una herramienta política: la imagen del ciudadano común también podía estar en la galería. Jannis Kounellis, en su célebre instalación de 1969 en la Galleria L’Attico, colocó caballos reales dentro del espacio expositivo, rompiendo la noción clásica de escultura y desdibujando los límites entre arte, vida y naturaleza. Mario Merz exploró la relación entre el pensamiento científico y lo orgánico. Sus iglus construidos con ramas, piedra y neón, evocaban hábitats primitivos cargados de simbolismo contemporáneo. Para Merz, la forma y el número, especialmente la serie Fibonacci, eran puertas hacia una comprensión vitalista del mundo.

Las huellas del Arte Povera son visibles en numerosas prácticas artísticas contemporáneas. El arte ecológico, por ejemplo, encuentra en el Arte Povera un antecedente directo en su interés por los procesos naturales, los ciclos, la entropía. El arte relacional y el uso de objetos encontrados continúan esa búsqueda de cercanía entre el arte y lo cotidiano, privilegiando la experiencia sobre el objeto-mercancía. El movimiento también dejó una herencia conceptual: cuestionar qué es arte y quién tiene la autoridad de decidirlo. Esta crítica a los sistemas de valor cultural abrió la puerta a museografías alternativas y a una democratización simbólica del arte. Lo pobre, lo efímero y lo desechado dejaron de ser invisibles para convertirse en detonantes de reflexión estética.

En Latinoamérica, el influjo del Arte Povera llegó como eco de las rupturas del arte conceptual europeo, pero también se fundió con las búsquedas locales por descolonizar los lenguajes artísticos. En México, artistas como Gabriel Orozco dialogaron directamente con sus principios al integrar elementos encontrados en sus obras, como llantas, huesos o desperdicios, cuestionando la noción de autoría y de objeto artístico. Damián Ortega, con su famosa obra Cosmic Thing, desarma un Volkswagen Beetle y lo suspende en el aire, resignificando un objeto industrial cotidiano mediante un gesto poético de fragmentación. Betsabeé Romero, por su parte, ha trabajado con llantas usadas, vinculando el desgaste material con narrativas de tránsito, identidad y memoria, en clara sintonía con las estrategias povera.

Actualmente, la influencia del Arte Povera en el arte latinoamericano se manifiesta en prácticas que abordan el territorio, los residuos, la precariedad y la sostenibilidad. La crisis climática, los desplazamientos forzados y la crítica al capitalismo global han revitalizado el uso de materiales “pobres” como herramienta política. Colectivos contemporáneos como Tercerunquinto o artistas como Minerva Cuevas retoman estas estrategias para generar una crítica desde lo local, situando el arte como un acto de resistencia simbólica.

El Arte Povera permanece vigente no por nostalgia, sino porque sigue cuestionando los límites de lo visible, lo valioso y lo posible en el arte. Al hacer de lo cotidiano una obra maestra, sus artistas nos enseñaron que la belleza no está en el objeto, sino en la mirada que lo transforma.

Google News