El verde representa intensidad, es calma, es pureza y, sobre todo, la naturaleza. Es un color que nos conecta con nuestro pasado más salvaje y nos transporta a nuestra esencia. Pero su uso ha sido y es muy contradictorio. Si nos paramos a analizar qué nos transmite este color, por un lado se lo identifica con la vida y la salud, la fertilidad, la juventud y la esperanza y al mismo tiempo es el color de la envidia y de la muerte, relacionado con los productos venenosos, es el color de la usura y el dinero, es el color del miedo y lo horripilante.
Las pinturas rupestres neolíticas no tienen rastros de pigmentos verdes, pero los pueblos neolíticos en el norte de Europa hicieron un tinte verde para la ropa, hecha de las hojas del abedul. Era de muy mala calidad, más marrón que verde. Las cerámicas de la antigua Mesopotamia muestran personas vistiendo trajes verdes vívidos, pero no se sabe cómo se produjeron los colores. En latín, la palabra verde es veridis, que está relacionado con un grupo de palabras que sugieren crecimiento o vida: vivere, que significa verde o vigoroso; vis, fuerza; vir, hombre, entre otras más. En la antigüedad, el verde era asociado a los rituales cortesanos de primavera, puesto que los miembros se requería llevar una corona o guirnalda de hojas o una prenda de este color. Para los musulmanes, el “paraíso” es prácticamente sinónimo de “jardín”, en sus poesías medievales el “Kafkuh” (la montaña celestial), el cielo y agua están representados en tonalidades verdes.
Durante la Europa posclásica y la Europa moderna, el verde era el color comúnmente asociado con la riqueza, los mercaderes, los banqueros y la aristocracia, mientras que el rojo se reservaba para la nobleza. Por esta razón, el traje de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci y los bancos de la Cámara de los Comunes británica son verdes, mientras que los de la Cámara de los Lores son rojos. También tiene una larga tradición histórica como el color de Irlanda y de la cultura gaélica. La expresión “estar verde” surge en la Edad Media refiriéndose a la falta de experiencia o madurez. Mine, una diosa germánica que, como Cupido, tenía la tarea de disparar flechas de amor a las personas, vestía una túnica verde atribuyendo ese color a las chicas jóvenes en edad fértil.
Si nos adentramos en la línea del tiempo en busca del primer uso documentado de un pigmento verde artístico este mérito se lo llevan de nuevo los egipcios. Los egipcios consiguieron elaborar un tipo de pigmento verde sintético y varios tipos más de pigmentos verdes. Uno de ellos, con el que pintaban las paredes de las tumbas o los papiros, es el conocido cómo verde montaña. Lo obtenían a través de una molienda muy fina de la malaquita, un mineral de cobre de color verde intenso y aspecto vítreo que extraían en las minas al oeste del Sinaí y en el desierto oriental. Dependiendo del grosor del grano del pigmento, el tono del verde varía entre oscuro, medio y claro. Para los egipcios este color era símbolo de la regeneración y el renacimiento, asociado a la vida y la protección.
Los artistas de la antigüedad trabajaban con pigmentos verdes de baja calidad, se describían como pigmentos de baja intensidad, demasiados toscos y cambiaban a un verde cenizo al momento de secarse; fue hasta finales del siglo XVII, cuando un químico sueco llamado Caro Wilhem Sheele descubrió cómo hacer verde a partir del óxido de cobre y estabilizar un verde brillante.