El blanco marfil es un tono de blanco cremoso, en las antiguas civilizaciones se utilizaba para elaborar objetos de lujo, por lo cual era considerado un color elegante y sofisticado. El uso del marfil ha aparecido en las tumbas egipcias desde el periodo predinástico y también entre las ruinas de la región mesopotámica. Sumerios, asirios y fenicios usaron ampliamente el marfil en pequeñas estatuas, relieves y decoraciones de muebles, a menudo junto a incrustaciones de otros materiales preciosos, como nácar, lapislázuli u oro. Roma, en su época imperial, hizo grandes producciones de objetos de culto a base de marfil. Fue hasta el periodo gótico donde se establecieron grandes talleres para fabricar piezas de los colmillos de elefantes morsas, hipopótamo, narval y huesos de otros animales donde el marfil es de buena calidad para su talla.

Cuando las cacerías de elefantes se convirtieron en un símbolo de estatus, el prestigio del marfil no hizo sino aumentar. El color se benefició de la asociación. En Occidente, los vestidos de novia eran por lo general de colores diversos hasta que, en 1840, la reina Victoria llevó uno de satén color marfil con encaje inglés. Muchas novias siguieron con entusiasmo su ejemplo. El número de septiembre de 1889 de la revista Harper's Bazaar recomendaba “el blanco marfil y lampás (un tipo de tejido de lana)... para las bodas celebradas en otoño”. Ahora es más habitual que nunca: el vestido diseñado por Sarah Burton que llevaba la duquesa de Cambridge estaba hecho de raso duquesa color marfil.

El marfil mismo se utilizó durante miles de años para fabricar costosos objetos de decoración como las piezas del Ajedrez de Lewis, peines y mangos de cepillos. Posteriormente también se utilizaría para fabricar teclas de piano, ornamentos y bolas de billar. Los artesanos chinos lo usaban para hacer esculturas con filigranas imposibles que incluían árboles, templos y figuras, valoradas en miles de dólares. La demanda se volvió tan intensa que, para 1913, sólo en Estados Unidos, se consumían unas 200 toneladas de marfil al año. Dado su valor, los colmillos de elefante empezaron a llamarse oro blanco y los de morsa “oro ártico”.

La demanda de marfil, inevitablemente, tuvo un serio impacto en las poblaciones de animales de los que se extraía. En 1800, se estimaba que había unos 26 millones de elefantes; para 1914 la población de este animal había descendido a 10 millones; y en 1979, se situaba en 1.3 millones. Una década más tarde, cuando por fin se prohibió el comercio de marfil en Occidente, solo quedaban 600 mil.

La demanda sigue siendo ingente, sobre todo en China y Tailandia. La caza ilegal es una práctica muy extendida y parece estar acelerándose. Se estima que entre 2011 y 2014 se mataron aproximadamente 100 mil elefantes por el marfil de sus colmillos, y cada año se encuentran los cadáveres de unos 25 mil animales más sin colmillos. A este paso, el elefante en libertad podría extinguirse en una década aproximadamente; las morsas también están incluidas en la lista de especies en peligro.

Además, puede añadirse una pieza más un tanto extraña al comercio de marfil: un animal que se extinguió 9 mil años antes de que se tallaran las piezas del Ajedrez de Lewis. A medida que los glaciares y los icebergs se derriten en las zonas de tundra ártica, han ido apareciendo miles de esqueletos de lanudos mamuts. Es dificil estimar las cifras exactas —habida cuenta de que gran parte del comercio de marfil tiene lugar en el mercado negro—, pero se estima que más de la mitad del actual suministro chino de marfil podría proceder de los colmillos de estos mamuts de espeso pelaje. En 2015, se vendió un colmillo tallado de 90 kilos de peso en Hong Kong por 3.5 millones de dólares.

El auge del marfil se mantuvo hasta la mitad del siglo XVIII, sustituido más tarde por la difusión de la nueva moda: la porcelana. Pero fue recuperado en la ebanistería, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, alcanzando óptimos resultados en la decoración de maderas preciosas como el ébano y la caoba.

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