El bermellón es un pigmento rojo brillante, con toques anaranjados cuando se observa bajo la luz natural. El primer registro de su uso dice que fue hecho con cinabrio molido, data de 8000-7000 a C, y se encontró en la aldea neolítica de Catalhoyuk, en la actual Turquía. El cinabrio fue extraído en España desde aproximadamente el 5300 a C. En China, el primer uso documentado de “Cinnabar” como pigmento fue realizado por la cultura Yangshao (5000-4000 aC), donde se utilizó para pintar cerámicas, para cubrir las paredes y pisos de las habitaciones y para las ceremonias rituales.

La principal fuente de cinabrio para los antiguos romanos fue la mina de Almadén en el noroeste de España, que fue trabajada por los presos. Como el Cinabrio continente altas dosis de mercurio y azufre es altamente tóxico, los trabajadores en las minas sabían que tenían una sentencia de muerte por intoxicación a causa de este terrible trabajo.

El arquitecto Romano Vitruvio describe a este color como un tono de rojo vino, en su estado natural con matices oscuros similar a una gota de sangre y al convertirlo en un pigmento, sólo moliendo la piedra, destellaba en tonos anaranjados y rojos.

Plinio El Viejo describió las minas de esta manera: Nada es más cuidado. Está prohibido romper o refinar el cinabrio en el acto. Lo envían a Roma en su estado natural, bajo sello, en la medida de unas 10 mil libras al año. El precio de venta está fijado por ley para evitar que se vuelva increíblemente caro, y el precio fijado es de setenta sestercios por libra.

Cuando se descubrieron las recetas para fabricar el bermellón de forma artificial por medio de una reacción que parecía magia, fue cuando el deseo por el pigmento verdaderamente se intensificó. A los alquimistas les encantaba utilizar códigos elaborados para nombrar los ingredientes y dar así la impresión de que poseían conocimientos especiales y secretos, pero precisamente sin desvelar cuáles podían ser esos conocimientos. En el 300 d. C. el alquimista griego Zósimo de Panópolis insinuó que conocía el secreto, pero la primera descripción clara se encuentra en Compositiones ad tingenda (Recetas para dar color), también conocido como Manuscrito de Lucca, un manuscrito en latín del siglo 8.

La razón de todos misterios en las recetas radicaba en la obsesión de los alquimistas por fabricar oro que para ellos era rojo en vez de amarillo, y que por tanto vinculaban con el nuevo pigmento rojo. Más significativo aún era el hecho de que para fabricar bermellón hiciera falta combinar y transformar dos ingredientes alquímicos fundamentales: mercurio y azufre. Los alquimistas que producían bermellón estaban convencidos de que el secreto para producir cantidades ilimitadas de oro no podía estar muy lejos.

La descripción más evocadora de lo que dio en conocerse como el bermellón de método en seco es la de un monje benedictino del siglo XII llamado Teófilo, que describe la mezcla de una parte de azufre molido con dos partes de mercurio que luego se sellaba cuidadosamente en un tarro. Después se ha de enterrar [el tarro] en ascuas incandescentes y, en cuanto empiece a calentarse, se escuchará un crujido en el interior cuando el mercurio se una con el azufre hirviente. Si se realiza la operación de manera descuidada, la reacción puede incluso resultar más dramática de lo deseado. Los vapores del mercurio que se escapaban de los tarros que no se habían sellado debidamente eran tan venenosos que en Venecia el proceso se prohibió en 1294.

El bermellón fue en su día tan preciado y costoso como el oro y reinó con toda majestad en tiempos de los artistas medievales que emplearon con gran reverencia el rojo, junto con el pan de oro y el azul ultramar.

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