El verdadero Demóstenes no es el que se queda en el nivel de la anécdota, el de la persistencia para dominar su habla tartajosa, el que nadie sabe con precisión de dónde tomó ese genio para argumentar con gran soltura hasta despertar la admiración de sus escuchas.

El verdadero Demóstenes es aquel que mejoró el estilo de todos sus maestros, como lo sostiene Dionisio de Halicarnaso, historiador griego y profesor de retórica, gran admirador del ateniense que combatió a los invasores para defender a su ciudad del avance del rey Filipo II de Macedonia.

Los discursos que pronunciaba en contra del conquistador vecino quedaron inscritos en la memoria del pueblo griego y se grabaron en la Historia como piezas retóricas colmadas de argumentos expresivos de estructura perfecta.

Gran parte de sus mejores discursos se dirigieron contra el poder creciente del rey de Macedonia, que entonces era considerado como un país bárbaro.

Las piezas de oratoria (plasmadas en libros que se libraron de repetidos incendios en la biblioteca de Alejandría) se conocen como “filípicas”.

El avasallador Filipo II, desde el año 357 a.C., asedió a Anfípolis, Pidna y Atenas. El padre de Alejandro Magno, en sus afanes de conquista, obtuvo el control de las minas de oro del Pangeo, con las que pudo financiar batallas y guerras en las que empleaba estrategias inimaginables y utilizaba maquinaria innovadora para aquella época, con tecnología oriental, claro está (hace nada más 2 mil 500 años).

El verdadero Demóstenes llamaba a los atenienses a resistirse a la expansión del poderoso que amenazaba la paz de una ciudad poblada por ciudadanos, pero que vivía un esplendor intelectual y artístico como nunca ha vivido ciudad alguna.

Demóstenes dedicó lo mejor de su vida e intelecto a defender su ciudad. Su gran pasión era lograr que el reino de Macedonia no agregara a Atenas a sus trofeos de conquista. Esa lucha se conoció como Guerra Lamiaca.

¿Se entenderá como metáfora este momento de la historia? ¿No hay, acaso, en nuestros días quienes se dedican a defender a su ciudad de los ambiciosos? Volvamos mejor a la antigua Grecia.

Atenas se volcó en la defensa de los templos y monumentos marmóreos de su polis. Sin embargo, Antípatro, el último general sobreviviente de Filipo, reprimió a los rebeldes, entre los que estaba Demóstenes, y decretó la pena de muerte para los agitadores políticos.

Demóstenes logró escapar a un santuario de la isla de Calauria, en donde finalmente fue descubierto. El orador pidió ir al templo de Poseidón y, mediante un engaño, escapó de su captor Arquías, diciéndole que deseaba escribir una carta a su familia. En un descuido, aprovechó para tomar veneno escondido en una caña.

Calauria es hoy la hermosa isla de Poros. Los cruceros griegos no hacen escala y cuando atracan en sus muelles no hay un guía que se refiera al episodio en que Demóstenes prefirió quitarse la vida tomando una mortífera tinta antes que caer prisionero de los bárbaros.

Analista político, escritor y periodista

Google News