La curva descendente de tesis en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) no es una casualidad estadística, sino un síntoma de transformación institucional. A menudo se asume, sin mayor discusión, que la menor elección de esta opción responde a un supuesto “desinterés” estudiantil; sin embargo, distintos análisis internacionales muestran que la diversificación de modalidades de titulación y los incentivos curriculares influyen de manera determinante en la decisión. En México y en otros países, el auge de proyectos tipo capstone, portafolios, promedios o diplomados ha desplazado a la tesis, la cual conserva un prestigio ambiguo en este panorama.
Un escéptico podría argumentar que, si los aprendizajes alcanzados son equivalentes, la disminución de tesis “no importa”. No obstante, diversas investigaciones sobre prácticas educativas de alto impacto han demostrado que la investigación de licenciatura —ya sea en forma de tesis o tesinas— tiene un efecto sobresaliente en el desarrollo de habilidades de indagación, escritura académica y autorregulación. También se ha comprobado que este tipo de experiencias incrementa el pensamiento crítico y la persistencia en los estudiantes. En la Facultad de Artes, por ejemplo, donde la producción creativa convive con la reflexión teórica, la tesis se convierte en una “bisagra” entre práctica y argumentación, reforzando así el vínculo entre docencia e investigación.
¿Es correcto suponer que “más tesis equivale a mejor calidad”? En realidad, no, ya que la calidad no depende únicamente de la modalidad de titulación. Sin embargo, sustituir esta opción sin ofrecer alternativas con un peso investigativo equivalente puede empobrecer el ecosistema de saberes. Por eso, la tendencia a la baja puede transformarse en una oportunidad para las universidades si se aprovecha estratégicamente.
Algunas posibilidades incluyen: 1) experiencias de investigación integradas en asignaturas troncales desde tercer hasta octavo semestre, con productos como catálogos, exposiciones o repositorios que sean válidos como créditos de titulación; 2) proyectos de cierre de carrera con un componente investigativo explícito —como la revisión de literatura, la aplicación de métodos o el análisis de datos— que eviten convertirse en ejercicios meramente instrumentales; 3) reconocimiento y remuneración de la mentoría dentro de la carga académica de los docentes; 4) fortalecimiento de competencias de lectura y escritura mediante talleres o bootcamps tanto para estudiantes como para profesorado; y 5) uso de datos abiertos y paneles de seguimiento por cohorte para detectar deserciones y cuantificar el tiempo real dedicado a la investigación y escritura.
Universidades mexicanas reportan una baja preferencia por la tesis frente a opciones más ágiles, lo que coincide con la tendencia global de buscar un equilibrio entre calidad, inclusión y pertinencia. La clave no consiste en volver al pasado, sino en rediseñar las opciones: si la tesis disminuye, que sea porque otras rutas también logran cultivar la investigación y la escritura rigurosa. Ese es el verdadero beneficio sistémico: formar egresados capaces de pensar, argumentar y documentar de manera sistemática su práctica.
Coordinador de Planeación de la Facultad de Artes UAQ