El terremoto del 19 de septiembre de 1985 ha sido el más mortífero en la historia escrita de México; con epicentro en la costa de Michoacán, provocó graves pérdidas de vidas y daños materiales cuantiosos en la Ciudad de México, así como en otras poblaciones del país. Las consecuencias directas e indirectas fueron de diversa índole y englobaron un sinfín de aspectos en toda la nación, entre otras cosas, se aceleraron acciones para revisar los reglamentos de construcción, para mejorar los existentes y crear los necesarios, tanto en los estados como en los municipios.

La mayor actividad se desplegó en la CDMX a causa de las deficiencias que se observaron en los edificios colapsados, como los multifamiliares de Tlatelolco. Muchas estructuras fueron afectadas por causa del diseño o de una mala construcción, con vicios ocultos que se exhibieron luego del temblor de 8.1 grados en escala Richter. El Instituto de Ingeniería de la UNAM fue el encargado de llevar a cabo estudios para disponer de un mejor reglamento y normas técnicas complementarias, para evitar que, ante otra contingencia sísmica, se tuvieran las consecuencias observadas. Los aspectos torales se orientaron a las cimentaciones y a las estructuras, al diseño sísmico, así como al desarrollo de investigación en la prevención y estudio de la naturaleza sísmica del territorio mexicano.

Querétaro contaba con un reglamento de construcción desde antes de la fatídica fecha, basado en el correspondiente a la CDMX, lo cual resultaba incongruente por las condiciones prevalecientes en nuestra entidad. Sobre todo en lo relativo a las características del subsuelo, que son de gran importancia en el comportamiento que pueden tener la cimentación y la estructura de cualquier edificación. La zona sísmica a la que corresponde Querétaro es de escaso peligro, comparativamente con la CDMX. En esta última se tiene un subsuelo arcilloso blando, a diferencia de las ciudades de Querétaro que cuentan con un subsuelo generalmente firme. Asimismo, el historial sísmico de la ciudad de Querétaro no reporta afectaciones significativas en sus edificaciones. Cuando aconteció el terremoto de 1985, quien aquí escribe pudo sentir el sismo. Al notarlo en esa mañana, a las 7:17, lo primero que vino a mi mente fue lo que podría estar pasando en la CDMX. Reflexioné en lo grave que debía ser si lo estaba percibiendo en casa —los vidrios y espejos vibraban, y los candiles se balanceaban un poco—. Desafortunadamente así fue, el terremoto resultó devastador, pero no para Querétaro, a pesar de que las ciudades se encuentran casi a la misma distancia del epicentro citado.

El primer temblor que se sintió en la ciudad de Querétaro ocurrió el 26 de noviembre de 1887 a las 5:08 a.m., no se tienen datos de la magnitud ni de daño alguno. Hasta ahora, la ZMQ no ha registrado daños significativos a causa de temblores. En cambio, nuestra ciudad sí ha padecido problemas en las construcciones que se han cimentado en su suelo arcilloso, debido a la inestabilidad volumétrica de este suelo ante cambios de humedad; se expande cuando se hidrata y se contrae cuando pierde humedad. Por otro lado, al ser el suelo de la Ciudad de México muy compresible y blando, puede dar lugar a asentamientos importantes de las edificaciones y mayores riesgos en la estabilidad de las excavaciones; además de tener el nivel de aguas freáticas muy cerca de la superficie, lo que no sucede en nuestra ZMQ.

Los factores mencionados —peligro sísmico y subsuelo— son tan sólo dos razones para disponer de reglamentos de construcción distintos en Querétaro y en la CDMX. De manera semejante, los reglamentos de construcción de los municipios de Querétaro deben tener diferencias, por causa de sus distintas características geotécnicas, entre otras.

Ex rector de la UAQzepeda@uaq.mx

Google News