Los acuíferos contienen agua principalmente proveniente de la lluvia, la cual se infiltra a través del suelo y de las rocas y se acumula en estas formaciones; también pueden ser alimentados por ríos y lagos. Las aguas subterráneas están protegidas de la evaporación y la contaminación; sin embargo, las acciones humanas pueden provocar su contaminación y alejarlas de ser la mejor fuente de agua potable y de su buen uso agropecuario e industrial.
Un acuífero es una reserva subterránea vital de agua, esencial para la vida y el desarrollo sostenible de nuestras sociedades. Su conservación y administración responsable son imprescindibles para garantizar un suministro de agua dulce suficiente y sostenible a largo plazo (Instituto del Agua, España).
En el Valle de Querétaro, desde hace más de medio siglo se conoce del abatimiento de los acuíferos a causa de su sobrexplotación. En investigación realizada por Carreón et al del Centro de Geociencias de la UNAM Campus Juriquilla en Querétaro (Influencia de la estratigrafía y estructura geológica en el flujo de agua subterránea del Valle de Querétaro, Revista Mexicana de Ciencias Geológicas, v 22, núm. 1, 2005, p 1-18), se reporta el comportamiento de los acuíferos del Valle de Querétaro entre los años 1970 y 2002, en los cuales presenta el descenso de carga hidráulica.
La carga hidráulica ha disminuido en el área de estudio entre 10 y 160 m, y en la parte baja del valle se han experimentado los mayores descensos. Los máximos descensos se han observado en el poblado de Las Adjuntas, en los límites con el estado de Guanajuato; en la Zona Industrial; en la Cañada; y al sureste de la ciudad de Querétaro en las cercanías de la Terminal de Autobuses; con descensos de nivel piezométrico de 160, 140, 150 y 140 m, respectivamente. La idea de que la recarga por infiltración superficial en el valle es prácticamente nula, es apoyada por los resultados del análisis de los isótopos ambientales δ18 O y δD (Carreón et al, 2005).
La recarga del acuífero del Valle de Querétaro resulta difícil por infiltración del agua de superficie, por varias razones, entre las cuales se tiene la relativa a la estratigrafía que presenta, desde la superficie y hasta profundidades diversas, se tiene suelo arcilloso no saturado de espesor variable; asimismo, el emplazamiento de construcciones en la zona urbana no facilita la infiltración.
Incluso sin la existencia de las construcciones en la superficie, no se tienen condiciones para recarga natural en el Valle. Los suelos arcillosos tienen una permeabilidad muy pequeña, por ejemplo, puede ser del orden de 10-6 cm/seg y cuando no están saturados es aún menor.
En investigación realizada por colegas de la UAQ y alumnos de posgrado, con quien aquí escribe, medimos la penetración de agua de lluvia al subsuelo en diversas zonas del Valle, a través de la humedad del suelo a distintas profundidades en terreno natural durante varios años; encontramos que los efectos estacionales no se presentaban a profundidades mayores de 3 m, es decir, no había infiltración de agua (Zepeda, G. J. A. Mecánica de suelos no saturados, SMMS y UAQ, 2004). (Continuará)
Ex rector de la UAQ