Es preocupante el rezago que persiste en una gran cantidad de países que no han asumido el compromiso de elevar sus capacidades para generar desarrollo científico, tecnológico e innovación (CTI), es el caso de las naciones de América Latina.
Al desarrollo sostenible debe ser inteligente, integrando el avance en CTI, para hacer viable que el progreso de las naciones asegure que las acciones actuales para atender los requerimientos en beneficio de la población, del crecimiento económico, de la calidad de vida, del combate a la pobreza y la creación de más y mejores oportunidades, garanticen que las futuras generaciones tengan mejores condiciones que las que ahora se nos presentan, lo cual obligadamente exige el cuidado del medio ambiente y de los recursos naturales.
Desde 2015, la mayoría de los países han ajustado sus políticas nacionales en función de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y están inmersos en una transición gradual hacia economías “verdes”. A medida que aumenta la relación costo-beneficio de las energías renovables, se multiplican los proyectos de energía “verde”. Pero nuestro país, en los años recientes, se ha estado alejando de la tendencia sostenible, a pesar del Acuerdo de París (2015), firmado por México en septiembre de 2016.
Los principales países industrializados están incumpliendo las promesas que hicieron de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Ningún país industrializado avanzado prominente está en camino de cumplir sus promesas de controlar las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático; aunque las tasas de emisión están cayendo, las disminuciones son muy lentas.
Los países de la Unión Europea están luchando para aumentar la eficiencia energética y la energía renovable a los niveles comprometidos. En EU, el gobierno deTrump declinó a los compromisos y el actual presidente Biden los ha retomado, en cumplimiento del Acuerdo de París.
Es esencial un desarrollo con bajas emisiones de carbono para mitigar el calentamiento global y los efectos adversos del cambio climático, pero también lo es que las tecnologías verdes que cuidan las emisiones a la atmósfera no representen riesgos de contaminación del agua, del subsuelo y a la salud de la población. Por ejemplo, la fabricación de aerogeneradores eólicos implica riesgos químicos derivados de la exposición a gases, vapores y polvos nocivos, así como la de paneles fotovoltaicos emplea materiales peligrosos; la extracción de los metales para las baterías de los autos eléctricos (cobalto y litio, entre otros) como el reciclado de las mismas al final de su vida útil, genera impacto ambiental.
Ex Rector de la UAQ. jalfredozg@yahoo.com.mx