La generación de dióxido de carbono (CO2) provocada por nuestras actividades cotidianas durante el año, a causa del consumo de gas y energía eléctrica, el transporte en automóvil (del orden de 50 kilómetros diarios), traslados medianos en carretera del orden de 800 kilómetros utilizando autobús, un viaje redondo aéreo de unos mil 500 kilómetros, implica la emisión de cerca de cuatro toneladas de dióxido de carbono anuales que para ser compensadas requerirían que plantáramos del orden de 12 árboles por persona.

Este es un acercamiento al impacto ambiental que producimos cada uno de nosotros y es una de las varias formas en que nuestra presencia en el planeta contribuye al cambio climático, a causa de la emisión de gases de efecto invernadero como lo es el CO2.

El uso del automóvil, del transporte terrestre y del aéreo, genera importantes cantidades de dióxido de carbono en la atmósfera, pero no es la única forma en que se produce.

Si bien existen causas naturales para el cambio en el clima, como las relacionadas con las glaciaciones que han ocurrido en nuestro planeta, también existen, sobre todo a partir del siglo XIX, los efectos de la presencia del ser humano y de su vertiginoso crecimiento poblacional, estas son las causas antropogénicas que amenazan la vida misma.

Las emisiones de gases de efecto invernadero, como el CO2 y el metano, entre otros, provocan que la temperatura aumente, fenómeno que es conocido como calentamiento global. El consumo energético, el uso de combustibles fósiles y la generación de residuos emite dióxido de carbono a la atmósfera.

Si reflexionamos en nuestro estilo de vida y las tendencias de crecimiento poblacional, podemos ver que en Querétaro, como en todo el país y en el planeta, es indispensable fortalecer las acciones para atemperar el cambio climático que hemos estado provocando.

Además, haciendo conciencia con las afectaciones que se han producido en nuestros bosques, ya sea por la tala o por los incendios, podemos ver la gran responsabilidad que todos y cada uno de nosotros tenemos, con relación al cambio climático y a nuestro estilo de vida, que tiene que trocarse por uno verdaderamente sustentable.

La plantación de árboles y el cuidado de los que tenemos es un imperativo de sobrevivencia, al plantar árboles contribuimos a evitar el calentamiento global, los árboles durante su crecimiento atrapan y almacenan el dióxido de carbono. Los bosques y las selvas al absorber el dióxido de carbono impiden que se acumule en la atmósfera.

Cada uno de nosotros genera lo que se llama una “huella ecológica”. La “huella ecológica” viene a ser un número y concepto estadístico que nos permite medir el impacto de nuestro consumo y estilo de vida sobre el planeta, estimando el gasto y agotamiento de energía y recursos naturales que el consumo y la absorción de nuestros residuos genera (Cristina Cortinas).

La huella ecológica representa el área de tierra o agua ecológicamente productivos, así como también el volumen de aire, necesarios para generar recursos y además para asimilar los residuos producidos por cada población determinada de acuerdo a su modo de vida, de forma indefinida. El propósito de calcular la huella ecológica consiste en evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y compararlo con la biocapacidad del planeta. Consecuentemente es un indicador clave para la sustentabilidad.

Debemos esforzarnos por conservar nuestros bosques y reforestar, es también indispensable evitar los incendios. Gobierno y ciudadanos tenemos el compromiso de cuidar los recursos que tenemos y legar a las futuras generaciones calidad de vida y oportunidades de desarrollo mejores que las que ahora disfrutamos, el crecimiento poblacional requerirá de los recursos naturales en forma también creciente, pero la disponibilidad está acotada.

Procurador del Medio Ambiente

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