Sin lugar a dudas el ejemplo de un católico en la política lo dio Carlos María Abascal Carranza, en su paso primeramente al frente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), y después desempeñarse primero como Secretario del Trabajo y posteriormente como Secretario de Gobernación durante la primera administración de la alternancia en este país, que inició el primer día del mes de diciembre.
Por su vivencia y congruencia, expresaba lo que en su concepto debieran ser los mandamientos de un político humanista, iniciando primeramente que al aceptar un cargo debe de tener un mínimo grado de conocimiento de la tarea que va a enfrentar, ya que no se puede llegar a improvisar y a ver si se puede, desde luego sabedores que sobre la marcha se va uno llenando de experiencias.
El segundo consiste en que la persona del político o gobernante debe reflejar credibilidad, teniendo que ser persona confiable y eso se puede lograr, decía, cuando hay unidad entre pensamiento, palabra y acción.
Otro más, como tercero, expresaba en esa charla que brindaba en la escuela de liderazgo que llegó a impartirse en el Centro Fox en San Cristóbal, Guanajuato, que este tipo de políticos debemos trabajar por el bien común y por lo tanto consideraba no se puede pensar una vez llegada una posición de responsabilidad en la siguiente y sabedora que el desempeño lo deseemos hacer con toda responsabilidad y honestidad en el actuar.
El político y gobernante humanista, en particular quien milita en el Partido Acción Nacional PAN, debe ser coherente con los principios de doctrina, entre la palabra y la acción; es falso que la manera de pensar de Acción Nacional que el humanismo trascendente no dé votos; lo que pasa es que al no ser coherentes, la sociedad rechaza a los políticos incoherentes precisamente por ser incongruentes, así lo expresaba en el punto cuarto.
Hacia un llamado, en el punto quinto, a trabajar por la unidad; ya que no puede ser que sus intereses particulares estén por encima de los intereses del Partido o peor aún, por encima de los intereses de México. Trabajar por la unidad querrá decir en ocasiones renunciar a cosas, incluso, legítimas con tal de construir la unidad.
Todos los gobernantes y políticos, debemos trabajar por la paz y por la realización, en paz, de un cambio radical. Cambiar y no administrar. El cambio radical es, decía, en efecto, para que cada vez más personas tengan acceso a las oportunidades del desarrollo y eso lo hace el político que tiene el compromiso con el cambio radical! En el punto seis de su decálogo.
Invariablemente, los que nos dedicamos a la cosa pública, debemos aprende a escuchar, por qué decía él en el punto séptimo, no sólo no lo sabe todo, necesita cada vez más saber escuchar; necesita cada vez más aprender; mientras más se sabe, más se ignora, porque más se descubre que el universo por conocer es mucho más amplio. Y por ello habrá de utilizar su criterio para dar respuesta a los grandes problemas que se le plantean.
Hay que dialogar con todos, aconsejaba en el punto octavo, basados en la verdad buscando un bien superior con eficacia, construir soluciones, construir acuerdos con una gran disponibilidad para escuchar y para expresar y para consensuar y para finalmente tomar decisiones.
Sabedores que el poder es pasajero, recomendaba en el noveno punto que debemos poner el poder político al servicio de sus mandantes. Sin lugar a dudas está la ruta de quienes tenemos una responsabilidad en la política y en gobierno, y qué mejor que un hombre congruente como lo fue Carlos María Carranza, nos lo recuerda ayer, hoy y siempre, mandamientos que debemos hacer vida en la vida cotidiana de este deber cívico.