Recuerdo cuando el que era presidente Enrique Peña Nieto, expresaba que la “la corrupción es un problema cultural” en una entrevista para los medios en Alemania en el año de 1916, misma que fue muy criticada ya que se consideraba que con ello era minimizar la responsabilidad del gobierno que encabezaba, y desafortunadamente durante su sexenio enfrentó uno de los casos más emblemática de corrupción que se le denominó “La Casa Blanca” y de ahí es que se comenzó a estructurar todos un Sistema Nacional Anticorrupción, de ahí incluso el impulso de la generación de organismos independientes ciudadanos encargados de definir las acciones en materia de libre competencia, energía, telecomunicaciones, electricidad entre otros, pero una vez que llegó al gobierno quienes se decían adalides en contra de la corrupción tendieron s desaparecer para regresar a las fórmulas que se efectuaban a finales del siglo pasado.
Llegado el adalid de la anticorrupción, manifestaba que “la corrupción se barre como las escaleras, de arriba para abajo” esto es desde la presidencia hacia abajo, o también otra de sus frases favoritas lo eran “la corrupción no se combate con leyes, se combate con el ejemplo” rechazando la creación de nuevas instituciones y con ello deteniendo el Sistema Nacional Anticorrupción, para convertirse en mero posicionamiento verbal alejado del deber ser y desgraciadamente hoy la percepción según encuesta del INEGI la percepción sigue siendo alta y desafortunadamente han aglomerado casos escandalosos pero retados durante e el anterior sexenio, que se le ha denominado “Huachicol Fiscal” donde desafortunadamente ha tocado el corazón mismo de una institución. Muy estimada por los mexicanos como es la Marina y últimamente a la propia familia del expresidente fundador de Morena.
Ahora recuerdo un ensayo escrito por monseñor Jorge Mario Bergoglio desde su natal Argentina, obviamente antes de ser Papa titulado “Corrupción y Pecado” en el cual distingue de forma sutil y crucial entre el pescado y el estado de corrupción.
Monseñor Bergoglio apunta la diferencia entre pecador y corrupto, argumentando que el pecado, por grave que sea, es un acto momentáneo del que el pescador puede arrepentirse. En cambio el corrupto vive en un estado de complicidad y mentira continúa, que anestesia la conciencia e impide la redención y sentencia “El pecado se perdona, la corrupción no puede ser perdonada”.
El recientemente fallecido Papa Francisco, cuando arzobispo en Argentina, criticaba la corrupción en la sociedad, señalando problemas como la explotación laboral, la trata de personas y el lucro con la pobreza y dedica una sección de la corrupción incluso dentro de la propia Gladis, dejando en claro que nadie está exento de caer en ese estado.
La corrupción sin lugar a dudas es un impedimento para que la persona se esfuerce y abra un espacio a la trascendencia, impidiendo una conexión sincera con Dios.
Sin embargo no todo está perdido, quedamos quienes integramos la sociedad, quienes con nuestra actitud, podemos dar ese combate, ya que también para que haya corruptos se requiere que haya corruptores, razón por la cual la cultura que debe imperar desde la ciudadanía es desterrar esa lacra que se llama “la mordida” o el diezmo” y cumplir con los requerimientos que la ley nos imponga a unos y otros.
Es momento importante para que sociedad y gobierno sumemos esfuerzos, porque creo que es una de las asignaturas que se tienen pendiente, y solo en conjunto puede ser resuelta, pero muy lamentable es que ante el descubriendo de esos actos de corrupción estén involucrados aquellos que de manera reciente, no más de cinco años se les dio la encomienda de erradicar la corrupción y cayeron en ese pecado social, que en este caso concretó los números estimados ronda en los 600 mil millones de pesos, por lo que aquello de que “la corrupción se barre como las escaleras” fue por desgracia letra muerta.