Jorge Gutiérrez de Velasco

Lo que llega con las olas…

Querétaro no sólo enfrenta la lluvia: la transforma en oportunidad para consolidar valores como empatía

Hoy tengo la fortuna de vivir donde no se batalla con el agua de lluvia, en donde el ir y venir de las olas —no es una playa— trae consigo temor, desesperanza y al final, muchas manos. Para resumir, tengo la fortuna de vivir en un fraccionamiento en donde el agua literalmente escurre y se acumula en diversos elementos, sin embargo, viví más de 25 años de mi vida en un lugar similar, al menos en cuanto a complejidad por las lluvias se refiere. El pasado fin de semana reviví un poco esta condición y hoy traigo a este martes #DesdeCabina una reflexión a este respecto.

Las lluvias de los últimos días en Querétaro no sólo trajeron agua a calles y drenes. Trajeron consigo también la prueba de lo que significa una comunidad unida frente a la adversidad. Lo que llega con las olas no es únicamente la corriente que arrastra vehículos, encharca colonias o llena presas: llega, sobre todo, la oportunidad de demostrar quiénes somos como sociedad.

De acuerdo con Protección Civil del Estado, en 72 horas se registraron precipitaciones acumuladas de hasta 85 milímetros en distintas zonas metropolitanas, un volumen cercano al 70% de lo esperado para todo el mes. Este nivel de intensidad puso a prueba la capacidad de respuesta de las autoridades y, al mismo tiempo, la solidaridad de los ciudadanos.

Funcionarios públicos de los tres órdenes de gobierno se desplegaron de inmediato. Hubo brigadas de la Coordinación Estatal de Protección Civil, policías municipales apoyando con cierres viales, elementos del Ejército aplicando el Plan DN-III y personal de servicios públicos trabajando día y noche para retirar escombro y limpiar drenajes. Se estima que más de 1300 servidores públicos estuvieron activos de manera simultánea durante el pasado fin de semana.

Pero lo verdaderamente valioso ocurrió fuera de los protocolos: vecinos que improvisaron cadenas humanas para auxiliar a familias atrapadas, comerciantes que ofrecieron víveres y café caliente, jóvenes que usaron sus camionetas para trasladar personas y animales de compañía a zonas seguras. Es en esos gestos donde Querétaro muestra su grandeza.

El liderazgo no siempre se ejerce desde un escritorio. A veces se nota en la funcionaria que se moja las botas para entrar a un hogar inundado, en el director que no duerme por coordinar al personal, o en el voluntario que entrega una cobija a quien lo ha perdido todo. Estos días nos recordaron que el liderazgo auténtico se mide en acciones que inspiran confianza y esperanza.

La infraestructura hidráulica de la ciudad —presas, bordos y drenes— fue diseñada para captar hasta 120 metros cúbicos por segundo en las zonas más críticas. Sin embargo, la variabilidad climática y el crecimiento urbano nos obligan a reconocer que ninguna obra será suficiente si no se acompaña de cultura ciudadana: no tirar basura, respetar cauces, mantener limpias las coladeras. La gestión del agua es técnica, sí, pero también profundamente social.

Cada tormenta trae consigo una enseñanza. Esta vez aprendimos que lo que llega con las olas puede ser devastador, pero también puede ser la chispa que enciende nuestra capacidad de organizarnos.

Hoy, Querétaro no sólo enfrenta la lluvia: la transforma en oportunidad para consolidar valores de empatía, corresponsabilidad y resiliencia.

En palabras de Antoine de Saint-Exupéry: “El hombre se descubre cuando se mide contra un obstáculo.” Querétaro, medido contra la fuerza del agua, se descubre una comunidad fuerte, solidaria y capaz de salir adelante, juntos.

Porque lo que llega con las olas no es únicamente el agua: llega, sobre todo, la certeza de que en Querétaro sabemos responder como uno solo.

@Jorge_GVR

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