Tengo la fortuna de convivir con mucha regularidad con mi hija Ximena, estudiante de medicina veterinaria. El domingo pasado, cuando salíamos de casa, nos recordó a su madre y a mi que ese día se conmemoraba el día del médico veterinario zootecnista, la carrera que ella estudia desde hace 2 años. Igualmente nos compartió una frase de Luis Pasteur -la primera de esta entrega- sobre la importancia de la medicina veterinaria en la vida de los seres humanos: “La medicina cura al hombre, la veterinaria cura a la humanidad”. Esta frase dio origen a la reflexión de hoy.
Este martes #DesdeCabina, celebro con especial emoción el Día del Veterinario, no solo porque la fecha recordada el pasado domingo lo amerita, ni porque mi hija decidió abrazar esta profesión con particular intensidad -aunque esa es otra historia-, sino por el alcance que la medicina veterinaria tiene en la vida cotidiana. Al pensar en veterinarios, lo primero que viene a la mente son nuestras mascotas: el perro que nos recibe con fiesta en la puerta, el gato que se adueña del sillón o el perico que nos alegra con su canto. Pero el campo de acción de la medicina veterinaria va mucho más allá. Los especialistas de esta rama no solo cuidan de los animales de compañía; también son piezas clave en la producción de alimentos, en el control de enfermedades transmisibles al ser humano (las llamadas zoonosis) y en la protección de la biodiversidad.
Se dice fácil, pero si comiéramos carne, huevos, leche o pescado sin el respaldo de la ciencia veterinaria, estaríamos expuestos a riesgos que podrían cambiar por completo la salud pública. Basta recordar enfermedades como la brucelosis, la rabia o la influenza aviar: males que han puesto en jaque a sociedades enteras y que hoy se mantienen bajo control gracias a la vigilancia de miles de veterinarios en el mundo. El impacto económico también es enorme. Según la FAO, más del 70% de las enfermedades emergentes en los últimos 40 años son de origen animal. Eso quiere decir que la medicina veterinaria no solo protege la vida de un cachorro o de una vaca lechera: protege también la estabilidad de los mercados y la seguridad alimentaria global.
Y está la dimensión humana. El vínculo afectivo que desarrollamos con los animales de compañía ha crecido al grado de que muchos hogares los reconocen como parte de la familia. La veterinaria, en ese sentido, se vuelve un puente entre la ciencia y la ternura. No es exagerado decir que un buen veterinario salva dos vidas: la del animal y la del dueño, que recupera la paz al verlo sano.
Luis Pasteur, pionero de la microbiología y figura clave para la medicina veterinaria, lo resumió de manera magistral: “La ciencia no conoce patria, porque el conocimiento pertenece a la humanidad, y es la antorcha que ilumina al mundo.” Una frase que me gusta traer a este contexto, porque recuerda que cada vacuna puesta a un perro, cada inspección a una granja, cada diagnóstico hecho en un consultorio veterinario, en realidad es una contribución silenciosa al bienestar colectivo.
Así que celebremos este día con gratitud. La próxima vez que mires a tu perro mover la cola, al gato dormirse al sol o al campo producir lo que llega a tu mesa, recuerda que hay una ciencia entera trabajando detrás. Y que gracias a los veterinarios, nuestro mundo respira un poco más sano y un poco más humano. Hoy aprecio más a la medicina veterinaria y a la veterinaria que hace más increíble mi vida.
@Jorge_GVR