La inteligencia artificial ya no es ciencia ficción: está en el café de cada mañana, en el trayecto al trabajo, en ese mensaje que te recomienda una serie, y en nosotros, si lo permitimos. Hoy, cerca de 48% de la población global utiliza herramientas de IA, cifra que crece a razón de 10 puntos porcentuales en apenas un año. En Estados Unidos, el 55% de las personas asegura hacer uso regular de IA, y un sorprendente 27% interactúa con ella varias veces al día. Y para completar la estadística también en #DesdeCabina este martes, como tema.

Para hablar del viejo continente, en España, el escenario es aún más intenso: más de 60% de los españoles ya usa IA generativa, y entre los menores de 30 años supera 70%. En sectores tan diversos como viajes, moda, salud o educación, entre 73% y 84% reconoce que la IA ha cambiado la forma en que buscan y compran.

En el trabajo, muchos ya operan —operamos, me incluyo— en esa delgada línea entre herramienta y asistente invisible: 74% de empleados utiliza IA en su jornada laboral, pero sólo un tercio recibió capacitación formal. Esa adopción encubierta —shadow economy of productivity, como se le llama— libera tiempo, sí; algunas estimaciones marcan que hasta 25% de la jornada laboral puede ser reemplazada por IA, y que 20% de los empleos estarán afectados hacia 2035 y la estadística parece que seguirá subiendo.

Un dato interesante: ChatGPT, la “cara” más visible de la conversación IA, ya alcanzó 700 millones de usuarios activos semanales en agosto de 2025, con unos 2.5 a 3 mil millones de peticiones diarias y un uso promedio de 16 minutos por jornada. Esto demuestra que no hablamos de una curiosidad pasajera, sino de un nuevo tejido de la vida moderna.

Pero, como todo gran poder, acarrea su sombra y yo añadiría un gran poder. El crecimiento impresionante de la IA también entraña costos ambientales: entrenar un modelo como GPT3 puede haber consumido 700 mil litros de agua, equiparable a fabricar 320 autos eléctricos, y generó 552 toneladas métricas de CO2. En términos energéticos, se espera que para 2027 el uso de IA represente hasta 0.5% del consumo mundial de energía. Esto puede espantar a cualquiera.

Entonces: ¿herramienta o sustituto? Esto no es retórica, es una alerta y un llamado. La IA debe ser ese copiloto creativo que potencia nuestras ideas, no ese reemplazo automático que hace todo “por nosotros”. Usar IA debe ir acompañado de formación, ética, conocimiento. No basta con automatizar ideas: tenemos que profundizar nuestro juicio, nuestra sensibilidad, nuestra humanidad. Cuando confías en la IA para hacer un resumen, está bien. Pero cuando dejas que ella decida por ti, que apague esa chispa creativa o ese pensamiento crítico… Ahí estás regalando una parte de lo que nos hace humanos. Y esa parte es irreemplazable.

Como podríamos concluir, la IA esta con nosotros, más de que lo que quizá podemos o nos gustaría reconocer. Que nos ayude a buscar, a destilar información, a liberar tiempo, está bien —incluso lo alentaría—; pero no con ello perdamos el centro: nuestra creatividad, criterio, nuestra mirada única. La IA es una herramienta poderosa, sólo eso y nada más, nada menos. Y en nuestras manos está el reto de que siga siéndolo.

@Jorge_GVR

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