Jorge Gutiérrez de Velasco

La cooperación universitaria, un viaje sin retorno

Siempre he creído que los experimentados, los grandes, deben de ayudar a los pequeños

20/06/2017 |07:19Jorge Gutiérrez de Velasco |
Redacción Querétaro
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Siempre he creído que los experimentados, los grandes, deben de ayudar a los pequeños, enseñarles el camino y sobre todo acompañarlos con respeto y empatía, este es el orden natural de las cosas; sin embargo, en algunas ocasiones las circunstancias inducen excepciones.

Siguiendo la generalidad y no las particularidades, en el tema de ser apoyados, los pequeños deben, con humildad, dejarse guiar sin perder su individualidad y buscando superar a su maestro o sus maestros. Esto es algo que he recordado desde siempre, desde que era niño y jugaba con vecinos en la cuadra o con compañeros de 6o, yo estando en 5o de primaria; o siendo invitado por los de 2o o 3o de secundaria estando yo un año antes en cualquiera de ellos.

Pero el fondo de esto en realidad, es el ayudar, el compartir, el enseñar, el aprovechar la experiencia ganada y los éxitos para allanar el camino de los que han empezado después, de los chicos pues.

Trasladando está simple manera de ver las cosas es como quiero abordar la cooperación universitaria o al menos lo que creo debería de ser desde mi visión romántica del tema. Todos sabemos quiénes son los grandes en México, quiénes son aquellas instituciones de educación superior, que por su transcendía, impacto en nuestro país o reconocida solvencia académica o científica son considerados líderes o “grandes”.

Algunas de estas organizaciones educativas han dado origen a importantes instituciones o incluso a grandes sub sistemas completos como los Institutos Tecnológicos, o las Universidades Tecnológicas o Universidades Politécnicas que hoy son referencia y ejemplo de gestión e impacto en nuestro país.

Pero el asunto no sólo es el incubar instituciones, el tema es mucho más amplio; involucra por ejemplo aprovechar intereses y objetivos comunes para potenciar las propias capacidades, sin importar tamaño o edad institucionales, significa además ayudar con paciencia, respeto y empatía a quienes soliciten apoyo para desarrollar o consolidar sus competencias.

Significa por supuesto aportar experiencias y ser receptivo a las experiencias de los demás; significa sin duda, desde mi muy particular punto de vista, dejar a un lado los egos y posturas para embarcarse en relaciones y proyectos de mutuo beneficio, acciones de valor y sobre todo, de crecimiento mutuos.

Hoy la cooperación universitaria debiera considerarse como una actividad igualmente sustantiva a la docencia, a la generación y diseminación del conocimiento o a la vinculación y extensión universitarias (de hecho la cooperación se considera como una actividad dentro de ésta). Por qué hago esta propuesta, porque el propio sentido de cooperación significa dejar a un lado el pedestal donde las instituciones de educación superior se ubican o posicionan para “bajarse” a convivir con el resto de las organizaciones, para identificar las propias debilidades y buenas prácticas en los vecinos y colegas, provocando no identificar a competiciones, sino a instituciones que pueden cooperar con objetivos y visiones compartidas, para crecer juntos y sobre todo para tener un impacto mucho mayor en la sociedad.

El cooperar nos hace grandes y sobre todo nos prepara para recibir mucho más de lo que aportamos, es por eso que la cooperación universitaria nos invita a embarcarnos en un viaje sin retorno.