Estoy seguro de que formo parte de los millones de personas alrededor del mundo que hemos leído El Principito, me ha tocado leerlo en tres diferentes idiomas, de las más de 170 lenguas en las que ha sido traducido desde que vio la luz en abril de 1943, un año antes de la trágica muerte del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, el 31 de julio de 1944. Justo el día de ayer se cumplió un año más del aniversario luctuoso de este importante novelista galo y a lo largo de este 2023 se ha festejado en todo el globo terráqueo el 80 aniversario de la obra —en mi humilde opinión— más trascendente de este autor.

El Principito es totalmente contemporáneo y de amplia significación en diferentes ámbitos de la vida personal y profesional; si bien, las versiones ilustradas dan cuenta de una obra para un público infantil, su narrativa permite reflexionar sobre la vida, el amor y la sociedad, entre otras temáticas. Justo por ello quiero aprovechar este martes #DesdeCabina para retomar con mis pacientes lectores algunas de las frases que el Zorro compartía en la tierra al Principito proveniente de su Asteroide B612, quien junto a la Rosa que cuidó y abandonó para buscar amigos, construye, entre una decena de personajes un entrelazado de enseñanzas y frases ampliamente útiles.

Una de ellas, para mi gusto de las más profundas de la historia, es “lo esencial es invisible a los ojos”. Cuántas veces hemos juzgado o mal interpretado una instrucción, juzgado un proyecto o descalificado una decisión en el trabajo, durante un proyecto. Para los que tenemos compañeros de trabajo, para quienes integramos proyectos y nos corresponde ganar adeptos o explicar la trascendencia de nuestras decisiones, resulta imperativo sí, dar información y justificaciones suficientes, pero ser juzgados sin mayor reparo o hacerlo irreverentemente resulta en verdad lamentable. Lo esencial lo ve el corazón, y detrás de esto el juego de las emociones y las personas juega un gran papel.

“Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”, también, por ejemplo, no habla de la relación entre un ser y su domador, transmite más bien la increíble responsabilidad que se adquiere durante los procesos creativos, el saber cuidar a ese ser, entender el peso de una decisión y el respaldo que se debe dar a las mismas, a los proyectos, a una empresa; por ejemplo, son algunas de las significaciones a nivel organizacional de esta otra sentencia.

Y sin que este martes sea de un listado intenso del impacto que El Principito ha tenido en mí, si puedo rescatar, para finalizar, la frase que El Rey dijo al Principito: “Sólo hay que pedir a cada uno lo que cada uno pueda dar”, más que el reducir a las imposibilidades y retos de cada uno, habla sobre la bondad que debería existir en aquellos que ejercen el poder, en el procurar que aquello que se pida pueda ser ejecutado. La clave es cómo provocar que las personas quieran y se atrevan a hacer más que aquello que inicialmente creen poder hacer.

A lo largo de mis años como lector, he hecho mías muchas obras, las he reflexionado, y a veces vivido. Esta es una pequeña parte de El Principito y yo.

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