El lunes pasado el Diario de Yucatán, “el periódico de la vida Peninsular” publicó: “El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, habría sufrido un infarto una complicación cardíaca en el edificio conocido como Casa de la Piedra de la Base Aérea Militar número 8 de Mérida”.

Luego, vino el vacío informativo que impera hasta el día de hoy. Un Tweet desde la cuenta de AMLO decía que se había contagiado de Covid-19. La Presidencia de la República y el gobierno Federal en general tendrían que ser mucho más vocales y precisos respecto a la salud del primer mandatario. Beatriz Gutiérrez Müller, pareja del Ejecutivo federal, dijo “La única y auténtica verdad es que nuestro presidente está muy bien”, asistió a un acto en Tabasco en el que estaban presentes el secretario de Relaciones Exteriores y el gobernador del Estado.

Sin embargo, no es fácil tener certeza en la información que emite el gobierno Federal pues muy seguido está alejada de la verdad, según la evidencia. Algunas decisiones del mismo gobierno, como cancelar eventos internacionales o convocar de improviso a los gobernadores, no ayudan. También la premura con la que están actuando los legisladores de la coalición presidencial suma a la preocupación.

Como se percibe, en el contexto político hay prisa, improvisación y, sobre todo, ambiciones desmedidas. La “precampaña” presidencial de Morena está centrada en conquistar el voto del único elector que vale, el del presidente.

Los aspirantes, no tienen la seguridad y todos los días compiten, se mueve más para captar la atención y el interés del presidente. La decisión de quién quiere que lo suceda aún no se toma.

Hay un “plan B”, su “amigo y hermano” como lo llama el presidente, Adán Augusto López, el secretario de Gobernación, persona a quien le tiene amplia confianza. El secretario de Gobernación debería ser más inteligente y no comportarse de manera impulsiva, que en su calidad de jefe del gabinete y responsable del gobierno para establecer relaciones políticas con los diferentes actores no le ayuda.

No hay que olvidar a su pareja y compañera de ruta. La escritora ha sido la fiel compañera del presidente de México durante el tiempo que lleva al frente del gobierno Federal pues comparte el ideal y sello característico de su administración que es el de transformar al país.

Gutiérrez Müller señala que la esposa de un presidente debería saber identificar las acciones transformadoras requeridas para integrar un plan de políticas públicas, también debería ser observadora y activa para el beneficio de todos. Esto, lleva a algunos articulistas a plantear la hipótesis de que es posible que ella sea la candidata y no la discípula. No olvidemos los casos en Centro y Sur América.

María Estela Martínez de Perón, esposa y vicepresidenta del presidente Juan Perón y su sucesora después de su muerte de 1974 a 1976. Su mandato enfrentó inflación, protestas de trabajadores y violencia política.

Cristina Fernández de Kirchner, primera mujer electa presidenta de Argentina. Ganó las elecciones del 2007, sucediendo en el poder a su esposo, Néstor Kirchner. Luego asumió un segundo mandato en el 2011.

Es difícil pensar en Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, sin invocar la figura de Rosario Murillo, su esposa, compañera de militancia en el sandinismo, vocera del gobierno y desde 2017 también vicepresidenta del país.

El Presidente plantea dos posibles escenarios: por un lado, mantener a sus “corcholatas” esperando que la suerte y la popularidad del presidente sean suficientes para ser una opción atractiva en el 2024. Un segundo escenario sería preparar un truco de magia espectacular del cual surja un “tapado” que nadie tenga en el radar, y que sea encumbrada por López Obrador después de que la confrontación entre sus correligionarios los haya desgastado mucho.

Expresidente municipal de Querétaro y exlegislador. @Chucho_RH

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