El año pasado el Presidente decretó que en este año, 2023, pasaríamos de “la austeridad republicana a la pobreza franciscana”, como parámetro rector del gasto público. Lo hizo desde “su palacio”, que habita desde el inicio de su mandato y que nos cuesta a todos los mexicanos un total de 6 millones de pesos mensuales, sin contar gastos de seguridad y alimentación de él y de su equipo más cercano.

El anuncio dejó preocupación porque el mandatario federal se ha distinguido por la aplicación de políticas públicas encaminadas, a pesar de su discurso de “primero los pobres”, a empobrecer gradualmente a los mexicanos, como si esa fuera su misión. La llamada ley de austeridad no cumplió el objetico con que fue anunciada, de hacer eficiente el gasto público; al contrario, empobreció aún más a los ya de por sí empobrecidos mexicanos.

Si López Obrador quiere adoptar la pobreza franciscana como modo de vida, puede hacerlo en su esfera personal, pero el dinero público debe gastarlo con eficacia, eficiencia y transparencia y eso es algo que no ha hecho, pues se ha erigido como dueño de las arcas nacionales; él y su partido han dispuesto con dispendio de los recursos.

Un artículo de expertos en medición de pobreza en México, Fernando Cortés, Héctor Nájera y Servando Valdés, publicaron en estos días en el portal de la revista Nexos que la reducción de la pobreza fue de apenas 0.1 por ciento, casi nula, entre 2018 y 2022.

Hace apenas unas semanas el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) estimó que la pobreza pasó de 41.9 por ciento en 2018 a 36.3 por ciento en 2022, 5.6 puntos porcentuales menos.

Los académicos, del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM, explican que la diferencia consiste en que los instrumentos para cuantificar la pobreza han cambiado desde que en 2008 inició la medición multidimensional a cargo del Coneval. El problema con la medición de la pobreza está en que este 2023, a diferencia de lo que ya era una práctica habitual, el Inegi no dio a conocer el Modelo Estadístico de Continuidad (MEC) que permite la comparación más consistente de los niveles de pobreza con los de encuestas previas. En consecuencia, el Coneval ha dado a conocer dos cifras de pobreza. Y como siempre, con información vaga y opaca, el ejecutivo Federal ha dejado muchas dudas en cómo ha utilizado los recursos públicos en sus obras faraónicas. El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) y la Refinería Dos Bocas son dos obras de infraestructura en la lista de promesas, su operación y el cumplimiento de su objetivo aún está por verse, el Tren Maya, una de las más polémicas y que se ha enfrentado a conflictos medioambientales y jurídicos. Pero aun así, las inaugurará sin haberlas terminado y la refinería de Dos Bocas, probablemente, será la única que funcionará en 2024, aunque con un gasto que se triplicará al originalmente anunciado, manifestó el ex secretario de Hacienda, Carlos Manuel Urzúa.

Entre otras obras pendientes, dejará múltiples proyectos del sector energético inacabados, desde centrales eléctricas de múltiples tecnologías, un ducto, proyectos de licuefacción de gas natural hasta una planta coquizadora para refinería.

El dispendio de los recursos públicos ha dañado al sector salud, pues el desabasto de medicamentos es muy grave y afecta a los mexicanos a los que se les niegan sus medicinas y con esto la mejora de su estado de salud, la violencia e inseguridad pública en el país continúan a la alza, y cada día son más mexicanos y más jóvenes que ven las nulas oportunidades de mejorar su nivel de vida.

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