La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), elaborada por el Inegi, es una de las principales herramientas estadísticas para conocer cómo evalúa la ciudadanía la seguridad en sus ciudades. No mide directamente la cantidad de delitos, pero sí ofrece un indicador confiable sobre la percepción que tienen las personas respecto a su entorno. Toma el pulso, cada trimestre, de cómo vivimos los espacios públicos: si nos sentimos seguros o no al caminar por las calles, usar el transporte o acudir a mercados, bancos y plazas.

Cada vez que se publica un nuevo informe de la ENSU, los medios locales y nacionales destacan los cambios más notorios. Las ciudades que mejoran suelen ser presentadas como ejemplos de eficiencia gubernamental; las que empeoran, como evidencia de crisis o descomposición. Es un ejercicio relevante: la seguridad —o más precisamente, la inseguridad— sigue siendo una de las principales preocupaciones de quienes habitamos las urbes mexicanas.

En el caso de Querétaro, el lugar que ocupa en la ENSU ha adquirido un peso simbólico. La ciudad ha construido una imagen de orden, tranquilidad y seguridad que funciona como argumento político, marca de promoción económica y referencia constante en los medios. Por eso, cuando se aproxima un proceso electoral, la publicación de los resultados de la ENSU genera especial atención entre autoridades y actores locales. Es un termómetro que mide percepciones ciudadanas y expectativas de continuidad o cambio.

De acuerdo con el último informe de la ENSU (junio de 2025), el 48.2 % de la población encuestada en la ciudad de Querétaro consideró inseguro su entorno, una cifra superior al 42.2 % registrado en el mismo mes de 2024. Si bien la ciudad no se encuentra entre las capitales con los niveles más altos de percepción de inseguridad, sí destaca por ser una de las que presentan el mayor incremento entre las consideradas tradicionalmente como “seguras”. En solo tres meses —de marzo a junio—, la percepción negativa aumentó 8.4%, el mayor salto entre las capitales con bajos registros históricos. Mientras otras capitales como Mérida (41.9 %) o Aguascalientes (42.0 %) se mantienen estables o incluso con mejoras leves, Querétaro muestra una trayectoria ascendente en la percepción de inseguridad que rompe con su narrativa histórica de ciudad segura.

Esto debiera abrir una conversación más seria sobre las condiciones reales de seguridad. Aunque Querétaro no enfrenta los niveles de violencia extrema que se viven en otras ciudades del país, sí se registran delitos frecuentes que afectan la vida cotidiana: robos, fraudes, violencia familiar y agresiones sexuales. Estos hechos, más visibles y cercanos, aunados a noticias impactantes como la matanza en el bar Los Cantaritos —aún presente en la memoria colectiva—, explican el aumento en la percepción de inseguridad. No se trata de cifras espectaculares, sino de una acumulación de experiencias que deterioran la confianza. La percepción ciudadana no exagera: responde a una realidad concreta. Sentirse inseguro no es una sensación aislada, es una alerta social que merece atención.

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