Pasaron los festejos del Día del Niño y la Niña, el puente y las flores para mamá. El calorcito y las celebraciones nos llenan de vitalidad y optimismo. Se acerca el verano, buscamos refrescarnos y hay un aire festivo en las calles, en las oficinas y en las casas. Querétaro se siente activo. Pero ese entusiasmo no aparece en la economía, al menos no en el sector industrial. Mientras la ciudad se mueve con ligereza, los datos advierten otra cosa.

El 2 de mayo, el INEGI publicó el informe mensual de Indicadores de Confianza Empresarial. El resultado para la industria manufacturera fue de 48.5 puntos. Desde hace 143 meses, el subíndice que mide si es un buen momento para invertir permanece por debajo del umbral de confianza. En abril se ubicó en 34.1. Estas cifras no hablan solo de cautela. Reflejan estancamiento, baja expectativa y poca disposición a crecer.

Querétaro ha construido una narrativa sólida en torno a su capacidad industrial. Esa narrativa, sin embargo, se sostiene en decisiones tomadas fuera del país. Muchos de los empleos especializados que se generan aquí dependen del comportamiento de los mercados globales y de las percepciones empresariales sobre el entorno. Cuando esa percepción se deteriora, se desacelera la inversión, pero también las contrataciones y los salarios.

La confianza no es un dato menor. Precede a las decisiones de inversión, contratación y permanencia. En un estado que sigue inmerso en ciclos globales que no define, cualquier cambio en la percepción empresarial se traduce en efectos sobre el empleo. La estrategia para atraer plantas ha funcionado, pero no ha logrado detonar ecosistemas locales de innovación, transferencia tecnológica ni empleo con raíces territoriales.

El contexto externo tampoco ayuda. El Reporte de Resultados del Registro Administrativo de la Industria Automotriz de Vehículos Ligeros (RAIAVL), publicado por el INEGI el 9 de mayo, mostró que la producción de vehículos ligeros en México disminuyó 9.1 % respecto al mismo mes del año anterior. Las exportaciones cayeron 10.9 %. De enero a abril se exportaron 1,032,819 unidades, 7.3 % menos que en el mismo periodo de 2024. Estados Unidos concentró el 81.4 % del total. La dependencia sigue intacta.

A pesar de este panorama, se repite el discurso optimista sobre el nearshoring y el potencial de México para atraer capital. Pero ese capital no transforma nada por sí solo. No genera comunidad productiva, no estimula el empleo local ni garantiza arraigo. La confianza empresarial no surge por decreto. Se construye cuando hay reglas claras, infraestructura funcional, instituciones públicas activas.

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