A pesar de que apenas estamos dejando el mes de mayo, nos desconcierta una constante sensación de incomodidad. Nos hace pensar que llegó demasiado pronto, porque usualmente lo esperamos durante los meses más avanzados del verano. Este año, las máximas temperaturas han alcanzado niveles récord.

De acuerdo con el doctor Adolfo Magdali Hermosillo, profesor de la carrera en Ciencias de la Tierra de la UNAM en Querétaro, este calor llegó para quedarse. El periodo de máxima temperatura en el estado históricamente ha ido modificándose espacial y temporalmente; las temperaturas extremas en esta región han aumentado año tras año, pero 2024 ha sido especial como un máximo histórico. Este fenómeno no es sólo una ola de calor cualquiera, sino un indicativo de que las condiciones atmosféricas están cambiando de manera permanente debido al cambio climático. Y lo más alarmante es que esto continuará.

El cambio climático ha traído consigo una serie de desafíos que no podemos ignorar. Adaptarnos a estas nuevas condiciones requiere más que sólo ajustes en nuestro estilo de vida; implica un cambio profundo en la manera en que gestionamos nuestros recursos y planificamos nuestras ciudades. En las condiciones actuales, nuestras comunidades y ciudades no están diseñadas para soportar estas temperaturas. Esto implica un aumento en el consumo de energía, la necesidad de infraestructuras más resistentes y la implementación de tecnologías sostenibles.

Las altas temperaturas también agravan la desigualdad social. Aquellos con recursos pueden adaptarse mejor, ya sea instalando aire acondicionado o comprando ropa adecuada, lo cual agrava el problema. Mientras tanto, las comunidades más vulnerables enfrentan mayores dificultades. Además, la salud pública se ve comprometida, con un aumento en enfermedades relacionadas con el calor, como golpes de calor y problemas respiratorios. La falta de acceso a servicios de salud adecuados exacerba aun más esta situación.

No es sólo cuestión de soportar el calor; las implicaciones son profundas y afectan múltiples aspectos de nuestra vida. Desde el aumento en el costo de la energía hasta la viabilidad de la agricultura, todo está en juego. Necesitamos soluciones que abarquen desde la planificación urbana hasta la gestión sostenible del agua. Como señaló el doctor Magdali: “la planeación como sociedad debe estar casada con la disponibilidad de recursos”.

Además, los meteorólogos prevén que este año la temporada de huracanes será muy intensa debido a la alta temperatura de los océanos. El récord de huracanes podría ser un respiro temporal para nuestra crisis hídrica, pero también representa importantes retos. La urbanización irresponsable y la falta de regulación en la construcción de viviendas en áreas vulnerables agravan el problema. Dos de nuestras brillantes estudiantes de la Maestría en Urbanismo en la UNAM han identificado esta problemática en sus investigaciones. Liz Durán muestra cómo en Querétaro se siguen construyendo fraccionamientos sin considerar las redes hidrográficas, resultando en riesgos de inundaciones. María Cervantes, además, señala cómo las políticas urbanas en el municipio no consideran la vulnerabilidad de las comunidades ante los fenómenos metereológicos y no se ha actualizado el Atlas de Riesgos del Municipio de Querétaro desde 2015, un instrumento crucial para la planificación responsable.

El calor llegó para quedarse, y con él, los desafíos que enfrenta nuestra ciudad. Sin embargo, con creatividad y corresponsabilidad, podemos convertir estos retos en oportunidades. Es necesario que las políticas urbanas tomen cuanto antes un enfoque de sostenibilidad y que la sociedad civil se mantenga vigilante de las decisiones que se toman en esta materia. Desde la universidad emprendemos esta tarea, en la parte que nos toca.

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