“Para que la droga no llegue a tus hijos” fue uno de los eslóganes más famosos de la administración de Felipe Calderón. Esta frase tocó muchas fibras, porque representa una de las primeras preocupaciones que tenemos las madres, padres, abuelos, todos quienes tenemos relación estrecha con niños y adolescentes y crecimos escuchando la frase “las drogas destruyen”. Lo cierto, es que las políticas y campañas cambian, pero las sustancias psicoactivas son cada vez más accesibles. En Querétaro – por citar un ejemplo, aunque sucede a lo largo y ancho del país – las drogas se venden en los baños de las escuelas privadas y en las canchas de las escuelas públicas. Los adolescentes ubican los puntos de distribución; les compren o no, saben que, en barberías y cafés, aún en las colonias más acaudaladas, se venden pastillas y polvos. También llegan las drogas a través de las aplicaciones de comida y por los sistemas de paquetería y de compra en línea. Las adquieren en Instagram o TikTok, con entregas en plazas comerciales, cines, escuelas o directamente en sus casas, incluso en fraccionamientos cerrados, como si se tratara de una pizza. Y los adultos, por supuesto, también consumen drogas. Lo hacen tanto en los baños de los restaurantes de lujo como en las cantinas y en las fiestas populares.
No podemos tapar el sol con un dedo: las personas en México consumen drogas recreativas, y cada vez lo hacen con mayor frecuencia. Según el Observatorio Mexicano de Salud Mental y Adicciones, el 9.2% de la población ha utilizado alguna sustancia ilícita en su vida, con un incremento en las edades de 12 a 17 años. En Querétaro, la situación sigue esta misma tendencia. En 2020, el 25% de las personas atendidas por consumo de sustancias en la entidad eran usuarias de metanfetaminas. Para 2023, esta cifra ascendió al 50%. Entre 2020 y 2024, los casos de narcomenudeo en Querétaro crecieron un 57.22%, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
En resumen, las drogas recreativas tienen sus caminos en el mercado negro para llegar a quien está dispuesto a pagar por ellas. Además, estos mercados se han expandido hasta alcanzar muchos otros productos, e incluso servicios. En algunas regiones de México, controlan actividades como la venta de cerveza, el peaje de carreteras, la minería y, por supuesto, los cigarros electrónicos.
Prohibición de cigarrillos electrónicos
Hace apenas algunos días, la Cámara de Diputados de México aprobó una reforma constitucional que prohíbe la producción, distribución y comercialización de cigarrillos electrónicos y vapeadores – además del uso ilícito de sustancias como el fentanilo. La medida está respaldada con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo que ha destacado que estos dispositivos representan un riesgo para las personas expuestas al aerosol exhalado por los usuarios. No obstante, como muchas iniciativas aprobadas recientemente de manera apresurada, la prohibición careció de un debate suficiente sobre sus costos y beneficios, y no se basó en evidencia científica sólida. Estudios como el de Freitas-Lemos et al. (2021), por ejemplo, señalan que la prohibición total o parcial de productos de vapeo puede fomentar un mercado ilegal robusto, donde los consumidores, especialmente usuarios exclusivos de cigarrillos electrónicos, buscan productos prohibidos. Este fenómeno incrementa el acceso a productos no regulados, aumentando los riesgos de salud asociados (Freitas-Lemos et al., 2021). Por su parte, Yan et al. (2023) destacan que restricciones específicas, como la prohibición de sabores, han demostrado ser efectivas para reducir el consumo de cigarrillos electrónicos entre jóvenes. Sin embargo, estas políticas pueden llevar a algunos usuarios a buscar productos ilegales, lo que plantea nuevos desafíos regulatorios y de salud pública (Yan et al., 2023). Por ello, estas medidas necesitan ir acompañadas de estrategias claras para controlar el comercio ilegal y ofrecer alternativas legales accesibles y seguras.
En resumen, no parece ser una buena idea implementar una prohibición total, ya que fomenta el mercado ilegal y expone a consumidores a productos de mayor riesgo. En cambio, medidas reguladoras, políticas de salud pública, junto con alternativas legales accesibles, podrían ser más eficaces para reducir el impacto negativo del uso de cigarrillos electrónicos. Estas prohibiciones evidencian que las políticas de regulación en México siguen siendo apresuradas, sin análisis de costos, contexto ni discusión informada.
Al final de día, las prohibiciones de los cigarros electrónicos evidencian que las políticas de regulación en México siguen siendo populistas, apresuradas, sin análisis de costos, contexto ni discusión informada. Seguimos transitando entre la hipocresía, el humo de la simulación y la prohibición.