Iliana Padilla

El abandono del Cerro de las Campanas

El Cerro es percibido como un lugar inseguro.Está ahí, visible, pero al margen. A pesar de su ubicación y de su carga histórica, no ha logrado integrarse a la vida cotidiana de la ciudad

El Cerro de las Campanas es uno de los sitios históricos más significativos del país. Ahí fue fusilado el emperador Maximiliano en 1867, un momento clave en la afirmación del Estado republicano. Cuando llegué a Querétaro, como hija de un historiador, me emocionaba la idea de dar clases en un lugar así. Imaginaba un espacio vivo, transitado, con estudiantes que lo recorrieran con la conciencia de su valor simbólico. El entorno lo permite: hay árboles, senderos, un museo, un campus universitario, servicios educativos y de salud en los alrededores. La comunidad universitaria y quienes acuden al hospital del ISSSTE pasan por ahí todos los días. Incluso hay quienes llegan hasta esa zona por las tortas. Pero pocas personas se detienen. Aunque podría ser un nodo entre historia, educación y espacio público, el Cerro es percibido como un lugar inseguro. Está ahí, visible, pero al margen. A pesar de su ubicación y de su carga histórica, no ha logrado integrarse a la vida cotidiana de la ciudad.

Desde la Maestría en Criminología de la UAQ, tres estudiantes decidieron estudiar el lugar. Fátima, Alejandra y Elizabeth desarrollaron una propuesta de intervención que está por ser presentada ante el Ayuntamiento de Querétaro. Durante semanas, realizaron entrevistas con usuarias y usuarios del sitio, personal del museo, comunidad universitaria y vecinas. El resultado fue una propuesta basada en la metodología CPTED (Prevención del Delito a través del Diseño Ambiental), pero también una reflexión crítica sobre las causas más profundas que impiden la apropiación del espacio.

No se trata solo de iluminación, limpieza o mobiliario urbano. El problema es más complejo. Las estudiantes identificaron que la falta de uso del Cerro está relacionada con cómo se ha venido gestionando la presencia de personas en situación de calle. El municipio ha impulsado diversas acciones, pero éstas han transitado entre enfoques distintos, muchas veces en respuesta a la presión pública y a las demandas de intervención inmediata. Frente a un tema delicado y multifactorial, la las acciones han oscilado, sin una ruta clara ni una articulación sostenida entre áreas. Como otras zonas del centro de Querétaro, el Cerro de las Campanas revela los retos de construir una ciudad más inclusiva, donde el espacio público sea compartido, cuidado y habitado por todas y todos.

Loïc Wacquant lo explicaría con claridad: los espacios no solo son contenedores físicos. Son escenarios donde se disputan jerarquías, recursos y narrativas. El abandono de un sitio no es casual. Es una forma de ejercer poder, de definir qué espacios merecen atención y cuáles pueden quedarse fuera del mapa urbano. El hecho de que este parque nacional, con su museo, su historia y su vocación educativa, permanezca vacío dice mucho sobre la ciudad que hemos construido. La propuesta de intervención desarrollada por Fátima, Alejandra y Elizabeth apunta justamente a eso. No basta con rediseñar el lugar si no se reconocen los conflictos sociales que lo atraviesan. El problema no es solo la falta de mobiliario urbano. Es la ausencia de una política que articule salud mental, atención a personas en situación de calle y recuperación del espacio público. Sin esa mirada integral, la percepción de inseguridad persistirá, y el espacio seguirá excluido del uso cotidiano.

Académica de la UNAM

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