Alguna vez pensamos que el centro del país tenía el clima casi perfecto; ni muy frío, ni muy caliente. Esta imagen sigue rondando en el discurso público, sobre todo los anuncios inmobiliarios, esos que tratan de vender Querétaro como un lugar ideal para el retiro, en clara competencia con Mérida. Pero basta salir a la calle a mediodía para saber que eso ya no es cierto. El calor está ganando.

Querétaro ya no es lo que era y no está adaptado para eso. El clima templado que se presumía, las tardes frescas de abril y los techos sin ventiladores han quedado en el recuerdo. Ahora tenemos olas de calor que nos hacen pensar dos veces si salir de casa o quedarnos bajo el aire del ventilador, aunque ya no refresque. Incluso en comunidades como Jalpan se esperan hasta 44 grados esta temporada, y eso no es una excepción: es parte de una tendencia. Especialistas lo advierten con claridad: esto va a empeorar.

Sabemos que el cambio climático no es un fenómeno distante. Está aquí, y sin embargo, no nos estamos adaptando. En lugar de buscar respuestas estructurales, hemos optado por soluciones inmediatas: más aires acondicionados, más albercas, más consumo individual. Pero son justamente esas respuestas las que profundizan el problema. La demanda energética para refrigeración incrementa las emisiones. Las piscinas privadas agravan la escasez de agua. Alivios particulares -para quienes pueden pagarlos- que generan efectos colectivos.

Es cierto que hay acciones individuales que importan: evitar usar el coche cuando no es necesario, apagar luces, subir por las escaleras en lugar del elevador. Todas esas pequeñas decisiones cuentan. Nos hacen más conscientes y nos invitan a pensar en comunidad. Pero no son suficientes.

Lo urgente es exigir acciones colectivas. Necesitamos políticas públicas innovadoras, inversión en infraestructura hídrica y energética, regulación sobre el uso del suelo y del agua, incentivos para tecnologías limpias. Las empresas tienen que asumir responsabilidades y la sociedad civil debe organizarse para empujar esos cambios. No es un problema de voluntad individual: es una responsabilidad compartida.

Alguna vez pensé que Querétaro tenía el clima casi perfecto. Hoy sabemos que eso ya cambió. Pero aún podemos decidir si dejamos que se derrita el ánimo y la vida comunitaria, o si hacemos algo para sostener lo que queda y construir lo que falta.

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