Histórico

La palabra más bonita del español

14/09/2012 |00:29
Redacción Querétaro
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Sevilla— La primera vez que visité Querétaro lo hice en un viaje de trabajo y por apenas unas pocas horas, en las que lo único que me dio tiempo fue bajarme del coche y asistir a mi reunión, para volver a emprender de nuevo viaje de vuelta. Aun y así en esos escasos minutos, lo reconocí.

Antes de empezar, quiero confesar que suelo ser motivo de burla entre mi familia, mis amigos y las personas que me conocen, por mi forma de referir qué es lo que me recuerda cualquiera de las ciudades que visito. En verdad me sonroja un poco este “defectillo”, porque reconozco que en ocasiones son meramente opiniones personales que nada tienen que ver con la realidad, meras percepciones subjetivas. Pero en este caso no fue así: cuando bajé del coche me encontré con una ciudad preciosa, hermanada con una de las ciudades más hermosas y especiales de España para mí: Sevilla. Querétaro es Sevilla con más colores, Sevilla es Querétaro con más “salero”. Ya ese primer momento fue revelador, y ahora con el transcurrir de los años y mis visitas posteriores, no sólo pienso lo mismo sino que presumo mi primera impresión.

Ambas ciudades tienen en su centro histórico un tesoro cultural y artístico declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sevilla se convirtió en el centro económico del Imperio español tras el descubrimiento de América y desde allí se contrataban los viajes y se administraban las riquezas que entraban de América, así como las relaciones con el Nuevo Mundo. Durante el siglo XVI la ciudad experimentó su mayor desarrollo y transformación y en pleno barroco y Siglo de Oro español se construyeron muchos de sus edificios más importantes.

Querétaro se fundó en el mismo siglo XVI. Cuenta la historia que los españoles querían continuar con su expansión y decidieron apoderarse del territorio que hoy conocemos como Querétaro. Para lograr este objetivo España pidió la colaboración de Conín, un indígena comerciante otomí que iba a esta región a vender sus productos (y tenía buenas relaciones con los habitantes del lugar), para persuadir a los nativos de dejarse conquistar pacíficamente. Debido a los indígenas que se oponían a la conquista, ésta fue larga y sangrienta, y según la leyenda, los españoles al estar ya muy cansados y casi derrotados, invocaron a su patrón, el apóstol Santiago, que se apareció en el cielo con un eclipse que cubrió el sol por completo. En la oscuridad, los indígenas vieron una gran cruz luminosa y la figura del apóstol Santiago cabalgando en su corcel blanco, que fue la señal de su derrota. Su dios los había abandonado y en cambio los cristianos habían recibido el apoyo del suyo. Así terminó la batalla y en la Loma del Sangremal se fundó la ciudad de Santiago de Querétaro, en pleno Siglo de Oro español y con la influencia no sólo de la temporalidad sino del origen de los “conquistadores”, que llegaron del viejo continente, la mayoría de ellos del sur de España.

Conventos franciscanos e iglesias sorprenden al viajero en cualquier rincón de las dos ciudades, en las que pasearlas se convierte en una auténtica delicia. Sentarse en las azoteas de algún edificio que nos lo permita, nos descubrirá dos ciudades sembradas de cúpulas de estilos arquitectónicos muy similares, el barroco español está presente y se respira en cualquiera de ellas. Casas señoriales con patios interiores con barandillas de hierro forjado… ¿Quién podría negarme que pasear el barrio de Santa Cruz en Sevilla y su centro histórico no le transporta con sus calles estrechas y empedradas al centro queretano? Incluso mis sensaciones van más allá de la fisonomía arquitectónica de ambas ciudades y recala también en sus árboles y flores. Sevilla está inundada de naranjos y flores que tiñen toda la ciudad de un aroma a azahar inconfundible. Querétaro combina sus colores alegres y vibrantes de cada esquina con el verde impoluto y brillante de sus árboles alineados a la perfección. La alegría de su gente, su carácter abierto y acogedor, la vida en las calles son otros de los signos comunes que me confunden en ambos lados del océano. Cada vez que llego a Sevilla me inundo de su gente y me quiero quedar; cuando visito Querétaro, también.

Hace un año, miles de personas votaron Querétaro como “la palabra más bonita del español”. Una palabra que ni siquiera viene en el diccionario de la Real Academia, pero que a muchos hispanohablantes les pareció la más hermosa del idioma. A mí me lo parecía desde hacía ya algunos años, en ese primer momento en que bajé del coche y en dos segundos descubrí una ciudad abierta y dispuesta a hacerme sentir en casa, que me transportó al instante y me enamoró más allá de lo explicable.

Sólo otra palabra igual de bonita del idioma que también nos une me servirá para expresar mi sentimiento. Gracias. Gracias a la ciudad, y a todos los que ahí me reciben siempre como en casa, a todos mis amigos y, especialmente. a mi familia queretana.

Por cierto, vengan a visitar Sevilla, se conocerán y reconocerán.

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