Como si fuera el karma, Claudia Sheinbaum se enfrenta —como los mexicanos a AMLO— a un populista intolerante, prepotente y narcisista que poco le importa la verdad, la opinión o los derechos ajenos, frente a su caprichosa actitud que reduce el papel de su contraparte al de súbdito, igual que lo hizo su mentor, Andrés Manuel.
Tras la amenaza trumpista de subir 25% los aranceles a los productos mexicanos, la equívoca respuesta de Sheinbaum, de ponerse al tú por tú a las patadas con Trump —como si estuviera frente a la escuálida oposición— llevó al jefe AMLO —el que no iba a intervenir en política— a regañarla en público a través del diario oficial La Jornada: “Mucho cuidado con el tono, chula...” haciéndole ver que es mejor doblarse con Trump, como él lo hizo, para ganar tiempo y que avance el proyecto.
Asumiendo el regaño, la presidenta llamó por teléfono a su contraparte norteamericana para negociar las condiciones de colaboración. Lamentablemente, la presidenta no entendió, y fiel a su estilo autoritario, trató de marcar las condiciones de la relación. El problema vino cuando —más allá de lo hablado— Trump señaló a Sheinbaum sus requisitos para la relación: migración y narcotráfico.
Para muchos mexicanos esta primera experiencia adversa de Claudia Sheinbaum la pone en el mismo papel de los mexicanos frente a su gobierno y el de su jefe: violentados en su derecho, sin ser escuchados, sin posibilidad de utilizar los instrumentos legales a su favor y sin una fuerza política que asuma su causa; y, peor aún, en contra del bien de los mexicanos.
Sheinbaum debe entender que Trump no es la raquítica oposición mexicana a la que ningunea; que debe redefinir sus prioridades ideológicas respecto de Cuba, ya que Venezuela, interesada en mantener a Maduro en el poder, negocia con Estados Unidos, dejando a la 4T el papel de sostener al régimen cubano, mediante el abasto gratuito de petróleo y gasolinas. Al igual que casi la totalidad de los morenistas está convencido de que los vecinos se equivocaron en elegir a su presidente, la mayoría de los mexicanos pensamos que se equivocaron quienes votaron por el destructor de la nación, AMLO, y por su apoderada, Sheinbaum.
Sorprende el cinismo con el que los jilgueros de la 4T exigen el respaldo social a la presidenta, cuando esta, que pide y ofrece diálogo a los Estados Unidos, no le interesa tenerlo con los mexicanos. Es como si Maduro o Díaz Canel, que han empobrecido y obligado a sus ciudadanos a migrar, solicitan el aval social frente a sus enemigos, cuando lo que los ciudadanos quieren es volver a la democracia y que se acabe la dictadura.
Pese a que a los mexicanos nos tocará sufrir los daños de la acción de los Estados Unidos en contra de la 4T —lo que tiene sin cuidado al gobierno vecino- sabremos estar a la altura de las circunstancias. Esto no significa apoyar al autoritarismo de AMLO y de su engendro la 4T.
Hay quienes ven en Trump el único recurso de contención al autoritarismo de AMLO y de Sheinbaum, pero se equivocan si creer que asumirá las causas nacionales como propias, cuando lo que le importa es su agenda personal.
La doble moral morenista —ser victimarios y víctimas a conveniencia— que no tiene empacho en cumplir las venganzas lopezobradoristas y el desmantelamiento democrático, sin pudor alguno; ante la amenaza trumpista convocan a todos los mexicanos —a los que no escuchan y con los que no dialogan— a enfrentar a Trump. Se equivocan.
Periodista y maestro en seguridad nacional