Acostumbrado a no ver la realidad -especialmente sus fracasos-, AMLO cierra los ojos ante los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico OCDE, en el que la caída de México en áreas como Lectura y comprensión, Matemáticas y Ciencias deja ver errores del pasado y pronostican un futuro ominoso para las generaciones futuras, de no frenar la tendencia y corregir el rumbo.
El informe señala que en México dos de cada tres estudiantes no fueron capaces de realizar operaciones matemáticas simples (nivel 2), donde hubo un retroceso de 24 puntos respecto a los niveles de 2009; y de 14 puntos, respecto a 2018; que uno de cada dos no comprendió una lectura; que en ciencias uno de cada dos ocupó el nivel más bajo de la prueba.
El balance genera indica que México ocupa el lugar 35 entre los 37 países evaluados; siendo el techo de la evaluación 600 puntos y el promedio 478, México tiene apenas 407 (71 por debajo del promedio); nuestra principal debilidad son las Matemáticas, donde estamos a 77 puntos del promedio, seguido de Ciencias donde a diferencia es de 75 puntos; y en Comprensión Lectora, estamos a 61 puntos por debajo del promedio: esta es la peor evaluación de México desde el año 2000.
Cuando se esperaba que el presidente actuara como estadista y asumiera el compromiso de reposicionar al país por encima de los niveles que tenía antes de la caída, éste redujo su condición al de jefe de pandilla, al salir con la ocurrencia -compartida con Claudia Sheinbaum- de que esa prueba es neoliberal.
Afortunadamente la calidad de la respuesta de otros sectores fue diferente: rectores de diversas universidades del país propusiero al presidente trabajar unidos en la elevación de los niveles educativas “porque esos niños llegarán a la universidad”.
El estudio -y sus resultados- tiene dos perspectivas que llaman fuertemente la atención: el primero es un juicio severo sobre el pasado: muchas cosas se omitieron o se hicieron mal y el resultado es consecuente con ello. El segundo -con dos vertientes- es una llamada de alerta (el futuro de esta generación y de las siguientes estará comprometida de no corregir a la brevedad) y un tono de urgencia (es imperativo corregirlo para evitar conflictos sociales), ya que llevan generaciones corregir esta clase de rezagos.
No faltaron quienes -molestos por la reacción visceral del presidencial- señalaron su incongruencia: como padre se interesa por la educación de su hijo menor, a quien envió a estudiar en una de las mejores escuelas del Reino Unido, mientras, como presidente, poco o nada hace para mejorar el nivel y la calidad educativa de los mexicanos. Invierte en obras, incrementa el presupuesto de las fuerzas armadas, pero el sector educativo se mantiene por debajo del 4 a 6% del PIB que sugiere el BID (3.24%, pero menor al presupuesto de antes de la pandemia 3.84%).
Está demostrado que el mejor camino al progreso, el medio más eficaz para generar mobilidad y homologación social y sacar de las pobrezas a los menos favorecidos, es la educación, por lo que la ocurrente respuesta preocupó por su indiferencia ante el futuro nacional.
Ante un fracasado gobierno que fenece, las candidatas deben se comprometerse públicamente a elevar el nivel educativo en México y a desechar el modelo de adoctrinamiento llamado Nueva Escuela Mexicana.
Periodista y maestro en seguridad nacional