Natural e involuntariamente, Andrés Manuel López Obrador dejó salir el pequeño dictador que lleva dentro, cuando, sin haber asumido la culpa por no haber prevenido a la población de la devastación que dejaría a su paso el huracán categoría 5, Otis, decidió que toda la ayuda -privada y pública- que se recabara para ayudar a los damnificados sería distribuida por las fuerzas armadas.
En la mañanera del 26 de octubre, López Obrador, dijo: "queremos que la distribución de las despensas las haga la Secretaría de la Defensa y la Secretaría de Marina, no las autoridades civiles ni del gobierno federal, ni del gobierno estatal, ni del gobierno municipal y mucho menos organizaciones sociales llamadas no gubernamentales o de la sociedad civil, para que nadie se aproveche de la necesidad de la gente.”
Momentos después de que López Obrador hiciera el anuncio, el General Luis Crescencio Sandoval, secretario de Defensa Nacional informó que los víveres y demás productos serían recibidos en el centro de acopio establecido en la 35 Zona Militar de Chilpancingo, y que estos solo podrían entrar a la zona siniestrada en vehículos del ejército.
La noticia causó indignación y malestar entre la población dividiéndola. Hubo quienes abiertamente llamaron a no aportar ayuda ante la actitud autoritaria de la 4t de entregar la ayuda privada como gubernamental; y quienes, a pesar del exceso presidencial, consideraron que la prioridad era paliar el sufrimiento de más de un millón de guerrerenses que lo perdieron todo, o casi todo.
La falta de información propició la guerra de desinformación en las redes sociales. Por un lado, aparecieron testimonios -ciertos o falsos, nadie lo sabe- de ciudadanos detenidos y arbitrariamente despojados de las ayudas que llevaban a Acapulco, por parte de las fuerzas armadas.
Por otro lado, las granjas de bots, los jilgueros gubernamentales: pseudoperiodistas, moneros y pseudointelectuales de la 4t, iniciaron campañas en redes y medios para atacar a quienes criticaron la actitud miserable del presidente, omitiendo mencionar el evidente error presidencial. No faltaron quiénes vieron en la 4t la fuente de videos falsos que circularon, para desacreditar a los opositores.
Sin dar la cara y sin reconocer sus errores -como siempre-, el presidente y su gobierno dejaron extraoficialmente sin efecto esta decisión, lo que no cesó la ola de ataques a AMLO por su palpable falta de empatía y generosidad con la población sufriente y por estar más preocupado por el impacto electoral negativo que podría acarrearle esta medida.
El presidente fue, sin duda, el principal afectado por esta crisis; al no saber dar respuestas adecuadas y oportunas; al manipular -como suele hacerlo- la realidad y plantear plazos imposibles de cumplir; al no priorizar la reactivación del sector turístico, del que vive gran parte de los acapulqueños; y al regatearles la ayuda (60 mil millones de pesos, pero especialistas la estiman en más de 300 mil millones).
Mientras el sismo de 1985 ocultó en el closet al miedoso Miguel de la Madrid; Otis sacó del mismo al pequeño dictador (Castro o Maduro) que AMLO lleva dentro.
Si Otis no fue culpa de Andrés, su respuesta sí lo es, entre otras cosas por dejar sin recursos para mantenimiento a los radares que detectan huracanes.
Mientras llega el cambio, en 2024, redoblemos nuestra generosidad con nuestros hermanos de Acapulco a través de Ong´s -no del gobierno- para evitar su manejo electorero.