Resentido, vengativo, humillante, haciendo gala de una supuesta autoridad moral, Andrés Manuel aplica todo el poder del Estado para vengarse de María Amparo Casar, presidenta de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), por el delito de haber documentado la corrupción de sus hijos -y amigos de “El Clan”- en los megaproyectos de su administración; y haber publicado el libro que documenta las lacras de su gobierno “Los puntos sobre las íes. El legado de un gobierno que mintió, robó y traicionó”.

Como en iguales circunstancias, AMLO ataca a sus enemigos para distraer a la atención social sobre los fracasos de su gestión: los apagones, por el incompetente manejo del sector eléctrico; la crisis hídrica; el informe sobre el Covid que prueba que más de 300 mil personas murieron por la incompetencias y negligencias de este gobierno; las corruptelas del impoluto Arturo Zaldívar; la velada amenaza -a los críticos de AMLO- con la santa muerte, patrona de los narcos; las acusaciones de corrupción de Rocío Nahle… que evita abordar en las mañaneras.

Durante cinco días seguidos Andrés Manuel ha enfocado su coraje contra la presidenta de MCCI para destruirla mediante el asesinato reputacional que tiene dos destinatarios: ella y todos los críticos a su gobierno.

“El poeta del insulto”, como lo llama Gabriel Zaid, ataca de manera vulgar, soez y cobarde a la periodista, no por las verdades que ha revelado —y que no han podido desmentir sus hijos ni él o su gobierno—, sino por haberse atrevido a exhibir las fechorías de sus bodoques.

Lejos de seguir los causes legales para la procuración e impartición de justicia, Andrés Manuel optó por la hoguera mediática, en la que acusa, juzga y sentencia a sus adversarios, e instruye a su gobierno a aplicar sanciones en la medida que reparen su daño emocional.

Revestido de una falsa y denigrante autoridad moral, AMLO quiere demostrar que una corrupta no puede acusarlo a él, a su familia o a su gobierno, de corruptos.

Con la certeza de que la Ley es él, viola los derechos de sus víctimas al dar a conocer información que daña el debido proceso: publica datos personales sin consultar al INAI sobre la procedencia o no de publicar dichos datos; viola la presunción de inocencia al señalarla de corrupta, cuando no ha sido denunciada ni juzgada; da por cierta información no probada.

Con la misma saña con la que atacó por la espalda al amigo que dejó paralítico por haberle ganado un partido de beisbol, preparó y ejecutó su venganza contra Casar. El primer indicio aparece en su libro “Adiós” —que también él escribió, pero que solo él firma—, publicado en febrero (meses antes de ejecutar su venganza el gobierno investigaba a la periodista).

Si de combatir la corrupción se tratara, debería investigar y castigar a sus hijos y a sus amigos; a su protegido Ovalle; a Bartlett; a Julio Scherer; a Rocío Nahle, la actual rockstar de la corrupción; al impoluto Zaldívar, y a muchos otros cercanos suyos. A casar la acusa por 31 millones, pero el 4 de mayo de 2023 dijo, sobre las ganancias de un amigo de sus hijos: “100 millones de pesos… ¡no son nada!

Preocupa que este año el presidente viva un déjà vu emocional, y lejos de reconocer la victoria opositora —si la hay—, y entregar el poder, como correspondería a un demócrata, se revista de víctima y se vengue del “fraude” de 2006, organizando el suyo; o soltando los tigres, para compensar su frustración.



Periodista y maestro en seguridad nacional

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