El reciente otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, líder opositora venezolana por “por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha en favor de una transición justa y pacífica de la dictadura hacia la democracia”, le ha valido el reconocimiento de gobernantes y sociedades de países democráticos, como la descalificación ruín de algunos mandatarios latinoamericanos, entre ellos Claudia Sheinbaum, lo cual nos permite reflexionar sobre los valores políticos, sociales y humanos que ambas representan.

La encrucijada ideológica de Latinoamérica la definen, entre otras cosas: la tensión entre el estatismo autoritario de izquierda y los procesos de liberalización democrática que impulsan diversas corrientes; por los procesos de democratura (utilizar la democracia para imponer la dictadura), que viven algunos países latinoamericanos, y la lucha de otros países para salir de la dictadura y regresar a democracias mejoradas; así como por la divergencia en la estatura moral entre los líderes de ambas corrientes: en casi todos los países gobernados por representantes del Foro de Sao Paulo —México en primer lugar—, la corrupción de sus líderes es la nota distintiva. Y aunque algunos “libertarios” sufren del mismo mal, no buscan aliviar sus resentimientos humanos y sociales con riqueza malhabida, como es el caso de la izquierda latinoamericana.

El Premio Nobel de la Paz 2025 otorgado a la líder opositora venezolana María Corina Machado, nos permite contrastar las diferencias entre la ética de su idealismo político –sustentada en principios democráticos– con el de Claudia Sheinbaum, presidente de México, simpatizante del pensamiento marxista —desde antes de colaborar con el grupo guerrillero M19 (de abril) de Colombia, dicho por el presidente colombiano Gustavo Petro—, caracterizado por el estatismo, la concentración del poder en una persona, la pérdida de libertades y derechos, empobrecimiento de la población y la corrupción e impunidad de sus correligionarios de Morena.

El contraste que divide y polariza al continente es de visiones políticas, ideológicas, económicas, antropológicas, morales y culturales, de las que se desprenden consecuencias identificables, como los regímenes autoritarios de Cuba, Venezuela, Nicaragua —y, ahora, México—, donde la cleptocracia y la caquistocracia han dejado de ser conceptos hetéreos, utopías, y se convertido en realidades distópicas lacerantes.

La estatura moral de María Corina Machado reside en la resistencia no violenta a un régimen corrupto y autoritario —aún a costa de su vida—; la reunificación social, el desmantelamiento de la atomización social generada por el régimen autoritario; restauración del Estado de derecho, libertades, espacios de participación ciudadana y mejorar el nivel y la calidad de vida de sus connacionales, captación de inversión extranjera, generación de empleos, así como el desmantelamiento de la corrupción rentista y las ligas del régimen con la delincuencia organizada, entre muchas.

La de Claudia Sheinbaum es cuestionada de origen por haber sido impuesta por un personaje señalado por su propio pueblo como corrupto y narcopresidente (AMLO); para continuar su proyecto autoritario de destrucción de la democracia, polarización social, restricción de libertades, centralización del poder en una persona —con el auxilio de un sector de las fuerzas armadas y de la delincuencia organizada—, la institucionalización de la corrupción y la impunidad como cohesionadores del gobierno, como por la destrucción institucional, y el fin de la división de poderes y de los necesarios contrapesos y equilibrios democraticos.

Mientras los venezolanos vienen del desencanto de la dictadura populista, los mexicanos cada día nos acercamos más a ser una dictadura con rostro de mujer; mientras en Venezuela hay líderazgo social, en México no hay ni oposición.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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